CONTENIDO
Introducción
1. La característica de la literatura del Siglo de Oro
1.1. La noción general del Siglo de Oro
1.2. Prosa científica e histórica
1.3. La novela de caballerías
1.4. La novela pastoril
1.5. Lazarillo de Tormes y la novela picaresca
1.6. Don Quijote - Miguel de Cervantes
1.7. Poesía de siglo XVI - Garcilaso de la Vega
1.8. Poesía épica
1.9. Literatura espiritual
1.10. La poesía del S. XVII - Góngora, Quevedo y Lope de Vega
1.11. La comedia o teatro nacional español
1.12. La prosa de ideas - Quevedo y Gracián
2. Categoría de axiologia
2.1. Noción y despliegue de axiologia
2.2. El subjetivismo axiológico
2.3. El objetivismo axiológico
2.4. Determinación sistemática del valor
2.5. Entrada de la Axiología en el ámbito de la Ontología
3. Las características semánticas de evaluación 3.1.El factor subjetivo y objetivo de evaluación
3.2. Clasificación de tipos de evaluación
3.3. Los componentes evaluativos y descriptivos de significado
La evaluación general y parcial
4. La evaluación comparativa de situaciones
5. La parte práctica: léxico de evaluación subjetiva
en las obras del Siglo de Oro
6. Conclusiones
7. Ðåçþìå
8. Á³áë³îãðàô³ÿ
INTRODUCCIÓN
El enfoque de la lingüística de las últimas décadas tiende a la investigaciones del problema de la personalidad el la lengua. Las obras de los científicos contemporáneos se caracterizan por la visión antropológica del análisis de obras litererias. Texto se observa como el reflejo de la concepción valorativa del autor. Los medios de expresión de la evaluación subjetiva son el modo de realización de la imagen del autor más importante.
Cualquier juicio presupone el sujeto, es decir, una persona que produce la evaluación y un fenómeno o una cosa a la cual se refiere la evaluación. La medida de valor de todo lo existente es un hombre en conjunto de todas las manifestaciones de su vitalidad. El criterio popular presupone la existencia del hecho objetivo y sólido como generador de la dudosa experiencia subjetiva, cuando el proceso es inverso y las cualidades opuestas. Para cada uno de nosotros, sólo es real nuestra subjetividad, percepción y sensibilidad. Una misma cosa puede ser evaluada por diferentes personas como bonita, fea, excelente, terrible, ordinaria etc. Uno evalúa situaciones, acciones, modos de actuar, acontecimientos en adecuación con las finalidades que se propone, de la real situación de su vida. Cada día nosotros dividimos lo bueno de lo malo, lo delicioso lo contraponemos a lo desabrido, lo inagradable a lo agradable. La presencia de una opción dentro de una serie de alternativas, incita a uno a hacer una comparación evaluativa. Las alternativas se comparan desde el punto de vista de que es mejor y peor para nosotros.
La correlación de lo subjetivo y lo objetivo es el problema básico alrededor de que se desarrollan las discusiones sobre la esencia filosófica de valores y sobre la naturaleza de juicios evaluativos. Historia del aprendizaje de evaluación se caracteriza por una contínua lucha de dos corrientes, una de las cuales se apoya sobre la idea de que lo más importante en proceso de evaluación es sujeto mientras la segunda se inclina a lo que el componente principal de evaluación es la naturaleza del objeto.
En este trabajo observamos como se realiza la evaluación subjetiva por los protagonistas de los escritores españoles del Siglo del Oro, que medios léxicos se usan para proporcionar el valor subjetivo a sus juicios.
El objeto: el léxico de las obras del Siglo de Oro: novelas de Miguel de Cervantes, Quevedo y Gracián y las piezas de Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca.
La actualidad de la investigación: los resultados obtenidos han de monstrar las oportunidades léxicas que tiene la lengua española para expresar el subjetivismo caractéristico para cualquier juicio a través de las réplicas de los personajes de las obras analizadas.
El sujeto: las peculiaridades de la lengua de las obras artísticas del Siglo de Oro.
El objetivo: analisar el léxico de valor subjetivo basándose en las obras de Cervantes, Quevedo, Gracián, Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca.
Para lograr este objetivo ha de cumlir las tareas siguientes:
definir la noción de la evaluación subjetiva, sus peculiaridades y funciones;
estudiar las circunstancias del uso del léxico de la evaluación subjetiva ;
establecer la función de la evaluación subjetiva en el lenguaje de los personajes;
analizándo las obras de Cervantes, Quevedo y Gracián, Lope de Vega y Calderón de la Barca revelar papel del léxico de valor subjetivo en las obras del Siglo del Oro.
El material: las novelas de Miguel de Cervantes Saavedra “La gitanilla”, “Rinconete y Cortadillo”, “El licenciado Vidriera”, “El celoso extremeño”, “La ilustre fregona” , “Los Sueños” de Quevedo y “Arte de ingenio” de Gracián, la pieza de Lope de Vega “¡Ay, Verdades que en el Amor ... !” y “La vida es sueño” de Calderón de la Barca.
El valor práctico: este trabajo de máster precisa la importancia del estudio del léxico de evaluación subjetiva.
Los métodos de la investigación:
el análisis teórico de las investigaciones de los lingüistas rusos y españoles acerca de la axiologia, ciencia que se ocupa de valores, y acerca de evaluación;
comparación de factores subjetivo y objetivo de la evaluación;
clasificación de tipos de evaluación a base del análisis de las teorías lingüísticas;
estudio de las obras de célebres lingüistas que investigaron la evaluación: E.Wolf, N.Arutyunova, P.Nowel-Smit, J. fon Wright, G.Moor.
1. La característica de la literatura del Siglo de Oro
1.1. La noción general del Siglo de Oro
Por Siglo de Oro se entiende la época clásica o de apogeo de la cultura española, esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII. Ciñéndose a fechas concretas de acontecimientos clave, podría decirse que se trataría de dos siglos escasos, desde la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija (1492) hasta la muerte de Calderón (1681). El punto más alto de este apogeo se encuentra en la obra de Miguel de Cervantes y Lope de Vega, aunque los signos de decadencia empiezan a mostrarse en 1580; todo el siglo XVII es ya un periodo de declive económico, social y cultural.
La elección de 1492 no es casual: en ese año termina el poder político musulmán en la Península con la conquista del Reino de Granada, aunque una minoría morisca seguirá siendo tolerada en Castilla, Aragón y Andalucía hasta el reinado de Felipe III; por otra parte se expulsa a los judíos que no se cristianizan y éstos fundan colonias hispanas por toda Europa, Asia y Norte de África, donde siguen cultivando su lengua y escribiendo literatura en castellano y produciendo figuras notables, como el economista y escritor José Penso de la Vega; el afán guerrero fraguado a partir de siglos de Reconquista medieval desborda el cauce peninsular y se proyecta sobre la América recién descubierta, así como en guerras europeas que al cabo endeudarían patológicamente y destruirían la economía interior de Castilla, exangüe por el peso de las contribuciones e impuestos que los demás reinos de España se negaban a pagar.
A finales del siglo XVIII la expresión “Siglo de Oro”, con la que Lope de Vega aludía al suyo y que suscitaba la admiración de Don Quijote en su famoso discurso sobre la Edad de Oro, ya se había popularizado y la terminó de consagrar el hispanista norteamericano George Ticknor en su Historia de la literatura española, aludiendo al famoso mito de la Teogonía de Hesíodo en que hubo una serie de edades de hombres de distintos metales cada vez más degradados.
Fue un periodo de gran florecimiento político y económico en España, que alcanzó un gran renombre y prestigio internacional; durante esta época todo lo “nuevo” en Europa venía de España y era imitado con gusto y aplicación; se puso de moda saber la lengua española. Se desarrollan en especial la literatura, las artes plásticas y la música. En el terreno de las humanidades la erudición fue extensa pero poco profunda, y el estudio del griego, como el del hebreo, hubo de sufrir frecuentemente el acoso por parte del Santo Oficio, siempre atento a los delitos de pensamiento. En el terreno científico hubo avances importantes en Lingüística (Francisco Sánchez de las Brozas y su Minerva), Geografía, Cartografía, Antropología y Ciencias naturales (Botánica, Mineralogía etc.), como consecuencia del descubrimiento de América, pero se descuidaron las demás ramas del saber y se persiguió tenazmente cualquier expresión de heterodoxia religiosa o librepensamiento por parte de la Inquisición; son más discutibles las aportaciones en Matemáticas (Sebastián Izquierdo, Juan Caramuel, Pedro Nunes, Omerique, Pedro Ciruelo, "Juan de Rojas y Sarmiento, Rodrigo Zamorano), Física, Medicina, Farmacología (Andrés Laguna), Psicología (Juan Luis Vives, Juan Huarte de San Juan) y Filosofía (Francisco Suárez), si bien hubo también figuras eminentes en todas estas materias. Igualmente se desarrollaron, por del gran impacto que tuvieron los descubrimientos, el derecho natural y el derecho de gentes, con figuras como Bartolomé de las Casas, influyente precursor de los derechos humanos y defensor del iusnaturalismo en su De regia potestate, o Francisco de Vitoria.
El Siglo de Oro abarca dos periodos estéticos, que corresponden al Renacimiento durante el siglo XVI, durante el reinado de Fernando el Católico, Carlos I y Felipe II, y al Barroco durante el siglo XVII y los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II. El eje de estas dos épocas o fases puede ponerse en el Concilio de Trento y la reacción contrarreformista.
El Siglo de Oro español tuvo trascendencia europea al aportar novedades formales y obras maestras en literatura, música y pintura. Durante esta misma época, se producía en España un lento declive en los aspectos económico, social, militar y político, acentuado paulatinamente en la centuria seiscentista.
1.2. Prosa científica e histórica
Uno de los géneros de mayor predicamento en la prosa española de la primera mitad del siglo XVI fue el de las misceláneas de divulgación científica e histórica. Grandes representantes de este tipo de literatura fueron fray Antonio de Guevara y Pedro Mexía.
Las obras de Guevara más destacables son Marco Aurelio (Sevilla, 1528) y Relox de Príncipes (Valladolid, 1529), obra ésta que tuvo un enorme éxito editorial con traducciones a múltiples idiomas.
La producción de Mexía, dejando aparte sus obras menores, se circunscribe a dos campos fundamentales: el histórico y el misceláneo de divulgación científica. En el primero hay que reseñar la Historia Imperial y Cesárea y La Historia del Emperador Carlos V. Dentro del campo divulgativo cabe resaltar la Silva de varia lección y los Coloquios o Diálogos.
El éxito editorial europeo que alcanzaron sus obras, sólo comparable al conseguido por Guevara, fue extraordinario, y las influencias que ejerció, notorias. En varias ocasiones se ha señalado la ascendencia de Mexía sobre Cervantes y Mateo Alemán; también se han puesto de manifiesto las deudas de Montaigne, Lope de Vega, Marlowe y Shakespeare para con el humanista sevillano.
1.3. La novela de caballerías
El mismo éxito tuvo el Amadís de Gaula. Esta obra, inspirada en las novelas francesas del ciclo artúrico, fue publicada en 1508 por García Rodríguez de Montalvo.
Del Amadís se hicieron unas treinta ediciones entre 1508 y 1517. Durante los cien años que siguieron a la publicación del Amadís, aparecieron unas cincuenta novelas de caballería en España y Portugal. Se publicaron con un promedio de casi una por año entre 1508 y 1550; a éstas se añadieron nueve entre 1550 y el año de la Armada Invencible (1588), y sólo aparecieron tres más antes de la publicación de Don Quijote.
El éxito de las novelas de caballerías es increíble. Sabemos que santa Teresa y san Ignacio las leyeron profusamente en su infancia y juventud. La piedad belicosa que transpiraban estas novelas conectaba plenamente con las expectativas y ansiedades de la sociedad española.
1.4. La novela pastoril
Otra forma novelística de gran éxito fue la pastoril, que comenzó en España en íntima asociación con las novelas de caballería. En Jorge de Montemayor la concepción del amor es totalmente medieval y desde luego es bien visible la influencia de la doctrina neoplatónica de León Hebreo. La obra de Gil Polo está en buena parte inspirada por Gli Asahani de Bembo, constituyendo de hecho una vísión alternativa de la teoría neoplatónica en versión mucho más puritana que la de Montemayor. La Galatea de Cervantes destaca por su sobriedad, que pretende dar solidez al mundo pastoril. Krauss ha planteado la relación entre la literatura pastoril y el auge económico de la organización ganadera de la Mesta.
1.5. Lazarillo de Tormes y la novela picaresca
El interés de la problemática del amor como tema literario propició toda una corriente novelística marcada por la descendencia de La Celestina. La novela sin duda más conocida del siglo XVI fue la Vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, de autor deconocido y de la que se conservan tres primeras ediciones separadas (Burgos, Alcalá y Amberes) que datan de 1554. Es muy probable que la primera edición sea de 1552 ó 1553. ¿Cuándo fue redactado el Lazarillo? Márquez Villanueva propone una fecha tardía muy próxima a 1554; M. J. Asensio, por lo contrario, propone una fecha muy temprana. El autor sigue sin concretarse. Las atribuciones, unas con más fundamento, otras con menos, se han sucedido, pero por el momento, con los datos al alcance, parece imposible descubrir el secreto del autor anónimo. Unos creen que fray Juan de Ortega, jerónimo; otros, que don Diego Hurtado de Mendoza; otros, que uno de los hermanos Valdés; otros, que Sebastián de Horozco. El enigma sigue sin desvelarse.
El Lazarillo es una obra cómica, de una comicidad a veces brutal, y de hecho uno de los libros más divertidos de la literatura española, escrito en un estilo ingenioso y agudo.
La impresión de tres ediciones en un año indica que el libro tuvo éxito comercial. En 1555 se publicó en Amberes una segunda parte. En ésta, Lázaro se convierte temporalmente en un pez y tiene una serie de aventuras submarinas. Es un fárrago extraño, tan extraño que no puede descartarse la posibilidad de una significación alegórica. Las dos partes fueron condenadas por el índice prohibitorio de la Inquisición de 1559. En 1573, apareció una edición expurgada bajo el título de Lazarillo de Tormes castigado, con todas las bromas y episodios irreligiosos suprimidos, que fue reimpresa varias veces en los siglos XVI y XVII. El original lo fue también muchas veces fuera de España (aunque no volvió a serlo dentro de España hasta el siglo XIX). El libro fue popular en Europa: se tradujo al francés ya desde 1560 y volvió a traducirse tres veces en el siglo siguiente.
Con El Lazarillo empieza el género de la novela picaresca de tanto éxito en el siglo XVII. Aunque es habitual incluir el LazariIlo de Tormes en el género picaresco, el primer personaje literario que fue llamado pícaro por su autor es Guzmán de Alfarache. El auge del pícaro en la novela nació de hecho por la publicación de la primera parte de Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. La Segunda parte del Guzmán apareció en 1604 (escrita por Mateo Luján de Saavedra, seudónimo del valenciano Juan Martí), seguida en los cincuenta años posteriores de gran número de obras picarescas que contribuían con sus variantes al tema de la pillería o de la delincuencia. Del Guzmán se hicieron por separado tres traducciones al francés, que llegaron a alcanzar un total de 18 ediciones en el siglo XVII. También se tradujo al alemán, inglés, holandés, italiano y latín. Es difícil, desde luego, precisar los límites del género picaresco. Se considera,
hoy, novela picaresca a toda novela que comparta el mismo marco de referencias del Lazarillo o el Guzmán de Alfarache: relato pseudoautobiográfico, servicio a varios amos, linaje vil y carácter picaresco del protagonista, perspectiva única del narrador, memorias por episodios, vaivenes de la fortuna y explicación por el pasado de un estado final de deshonor aceptado o superado.
Es también patente, en los últimos años, la atención de los críticos hacia la vertiente sociológica de la novela picaresca, subrayando que ésta pone el acento en tensiones y problemas de la sociedad coetánea, tales como la obsesión de la limpieza y la honra (que han destacado Molho y Bataillon) y las expectativas de ascenso social de unas clases bloqueadas sociológicamente. Esta interpretación la defiende particularmente José Antonio Maravall. Para este historiador, mientras los criados del Renacimiento, son gente que busca una nueva situación, una sociedad libre, abierta, móvil, en que se puede salir, los pícaros se dan cuenta de que la sociedad se ha cerrado. El taponamiento de los cauces de ascensión social produce las formas desviadas y semidelincuentes de conducta. Por eso el pícaro se atreve a la mentira, al robo, pero nunca a la rebeldía.
1.6. Don Quijote - Miguel de Cervantes
Cervantes nació en Alcalá, en 1547. Empezó a escribir estando cautivo en Argel, donde compuso obras de teatro para divertir a sus compañeros de cautiverio y algunos poemas. A su regreso a España escribió cierto núrriero de piezas teatrales, de las que sólo han sobrevivido dos (La Numancia y El trato de Argel, ambas publicadas en el siglo XVIII). Durante toda su vida continuó publicando poesía; la mayoría de sus poemas son elogios de libros de otros autores o están diseminados a través de sus obras en prosa. El viaje del Parnaso (Madrid, 1614) es un estudio heroico–burlesco del estado de la poesía.
Por orden de publicación sus obras son: Primera parte de la Galatea (Alcalá, 1585); El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha (Madrid, 1605); Novelas ejemplares (Madrid, 1613); Ocho comedias y ocho entremeses nuevos (Madrid, 1615); Segunda parte de El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha (Madrid, 1615); Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional (Madrid, 1617).
Cervantes no fue un genio precoz. La primera parte del Quijote salió a la luz a sus sesenta años. Fueron los diez últimos años de su vida los de producción cuantitativamente abundante y cualitativamente genial. La última novela de Cervantes, cuya dedicatoria al conde de Lemos la formula tres días antes de su muerte, fue Los trabajos de Persiles y Sigismunda, obra según el patrón de la novela bizantina que tuvo un enorme éxito, comparable al del Quijote, con seis impresiones en su primer año de publicación (1617), ya muerto el novelista.
Pero naturalmente la gran obra cervantina fue el Quijote. La primera parte salió publicada en 1605. La segunda en 1615. El éxito del Quijote fue inmediato. La obra se reimprimió cinco veces eb 1605.
La fortuna editorial se comprueba por el hecho de la publicación en 1614 de una segunda parte apócrifa, bajo el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, con toda probabilidad un seudónimo. Es evidente que el autor no era amigo de Cervantes, a quien critica a incluso insulta en el prólogo. La obra es de inventiva rudimentaria y carece de la chispa de Cervantes.
Hasta el siglo XVIII el Quijote sólo fue visto como la obra maestra de la comicidad, sin concienciarse de la trascendencia de la obra. La crítica cambió a partir del siglo XIX. Los románticos vieron al Quijote como una obra patética, defensora de ideales aplastados por la chata realidad.
Desde la generación del 98 los análisis interpretativos han sido múltiples. Desde los estrictamente filológicos –los más interesantes, las observaciones de Riquer sobre los antecedentes y modelos literarios del loco– a los esencialistas hispánicos –como los de Unamuno, que considera la obra la biblia de lo español– pasando por los ideológicos –que inciden en la influencia de Erasmo (Bataillon), en las sátiras de las utopías (Maravall) o en los mensajes progresistas (Osterk–– o los raciales –D. Quijote como converso y Sancho como cristiano viejo– (A. Castro).
Hoy los críticos parecen estar de acuerdo en detectar en la obra de Cervantes elementos medievales (sobre todo, el espíritu heroico) al lado de componentes modernos, muy ligados al erasmismo. Pero sobre todo se subraya la transcendencia de la coyuntura histórica en la que se inserta.
Aunque el D. Quijote fue muy leído, Cervantes ejerció una influencia mayor con sus Novelas ejemplares, que naturalizaron la novela italiana en España. Así Lope de Vega escribió cuatro novelas. La más famosa fue La Dorotea, inspirada en La Celestina y de contenido autobiográfico, en la que cuenta sus errores de juventud con Elena Osorio.
La banalización de la novela, a medida que va avanzando el siglo XVII, es un reflejo de la sociedad para la que fue escrita: una sociedad en decadencia que va sumiéndose en la irresponsabilidad y en la frivolidad, aunque asiéndose cada vez con más tenacidad a las apariencias y a las ceremonias sociales, incluido un sentido del honor desprovisto progresivamente de contenido.
1.7. Poesía de siglo XVI - Garcilaso de la Vega
La poesía del siglo XVI es claramente petrarquista. El neoplatonismo influyó también en los sutiles análisis interpretativos y en el culto al sentimiento de la naturaleza. La temática amorosa, imitando la Arcadia de Sannazaro será constante en el género.
En 1543 apareció, impreso por Carles Amorós de Barcelona, uno de los más importantes volúmenes de la literatura española: las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega repartidas en cuatro libros. El cuarto libro comprende la obra de Garcilaso, cuyos papeles, a su muerte, le fueron confiados a Boscán. El libro, reimpreso con frecuencia, se convirtió en el compañero de todo español instruido y sensible. Durante años Boscán y Garcilaso fueron publicados juntos, pero hacia 1570 el deseo de reimprimir a Garcilaso por separado apareció como una necesidad: había alcanzado ya la categoría de un clásico.
Garcilaso de la Vega (1501–1536) conoció en Nápoles a humanistas españoles como Juan de Valdés, y a italianos de la talla de Luigi Tansillo y Bernardo Tasso. Miembro admirado de los círculos literarios napolitanos a incluso de otros más amplios, intercambió cartas de mutua admiración con Pietro Bembo, el árbitro de la elegancia literaria italiana de aquellos años.
En las Eglogas se encuentra lo mejor del arte de Garcilaso. Hoy se conoce bien la vinculación de la poesía garcilasiana con los clásicos greco–latinos e italianos, destacándose en este sentido tres nombres principales: Virgilio, Petrarca y Sannazaro.
La conexión de Garcilaso con la poesía castellana de los cancioneros y con Ausias March es también incuestionable. Merece destacarse la importancia del Cancionero General (Valencia, 1511), una compilación masiva de toda clase de poesía realizada por Hernando del Castillo. La obra alcanzó enseguida un claro éxito comercial con siete ediciones en el siglo XVI. Se da por lo tanto el caso curioso de que la compilación poética del siglo XVI incluía solo obras del XV.
La nueva poesía de Garcilaso y Boscán fue aceptada rápidamente por el círculo cortesano, y las ediciones y comentarios que sobre ella hicieron el Brocense (1574) y Herrera (1580) demuestran su pronta difusión. El más sólido oponente a la nueva poesía fue Cristóbal de Castillejo, autor de una "Represión contra los poetas que escriben en verso italiano".
Otros poetas de la misma filiación fueron Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña y Gutierre de Cetina. Pero los poetas más brillantes de la segunda mitad del siglo XVI fueron Herrera y Aldana.
1.8. Poesía épica
Otro género de enorme proyección en la España de la segunda mitad del siglo XVI fue la épica culta, de imitación italiana. La epopeya se inspiró sobre todo en el Orlando furioso (1516) de Ariosto y Jerusalén liberada de Tasso (1580). Este género se escribió por lo general en octavas reales con un número de cantos que oscilaba de 12 a 24. La obra más famosa en este género es, sin duda, La Araucana de Alonso de Ercilla. Ercilla (1533–1594), noble que luchó en la conquista de Chile, tema de la epopeya.
1.9. Literatura espiritual
Con el rótulo de literatura espiritual, Cristóbal Cuevas engloba las dos disciplinas clásicas del camino de perfección: la ascética y la mística. La primera busca el dominio de sí mismo y la purificación moral a través de la ejercitación del espíritu, pudiendo ser positiva –práctica de virtudes– y negativa –ruptura con todo lo que implica un desorden ético.
El misticismo, en sentido estricto, es aquella actitud psíquico–religiosa mediante la cual el hombre experimenta una cierta participación en la vida divina; lo característico de todo misticismo es la experiencia –directa y sin intermediarios– de la Divinidad. En la evolución cronológica del misticismo se suelen distinguir cuatro períodos. En primer lugar, un período que algunos han llamado de importación o iniciación y que comprendía desde los orígenes hasta 1500.
Algunos autores consideran decisiva la influencia de los místicos árabes y judíos, cuyo fenómeno fue lentamente absorbido durante siglos de larga convivencia entre las tres culturas. Un estudioso competente como H. Hatzfeld considera que Raimundo Lulio sería el eslabón entre el misticismo musulmán y el cristiano. Otros nos hablan de la infuencia germánica, en cuyos países habían surgido al final de la Edad Media grandes figuras del misticismo: Eckhart, Tauler, Ruysbroeck, Thomas de Kempis; quizá el Contemptus mundi de este autor (traducido en Zaragoza en 1490) fue el libro más leído entre nuestros espirituales del siglo XV y principios del XVI. Sin duda está operando en todas estas influencias la corriente de la devotio moderna, forma de espiritualidad caracterizada por una piedad íntima, ilustrada, metódica y afectiva, que time su origen en los Países Bajos. También hay que tener presente la influencia de la Patrística medieval.
El segundo período, de 1500 a 1560, se conoce como el de asimilación y está marcado por la orientación que en él ejerce la figura del cardenal Cisneros, que estimulará la edición de autores espirituales: La Vita Christi de Eiximenis (Granada, 1496), la obra del mismo título de Ludolfo de Sajonia (Alcalá, 1502–1503), el Flos Sanctorum de Jacobo de Vorágine (Toledo, 1511), etc... Los autores representativos de este periodo son Hernando de Zárate, Alonso de Orozco (1500-1591), Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo, san Pedro de Alcántara, fray Alonso de Madrid, san Ignacio de Loyola y sus Ejercicios espirituales (1548),–Juan de Avila (1500–1549), con cuyo comentario sobre el Audi, filia (1556).
Según Sáinz Rodríguez, fray Luis de Granada marca la transición entre este período y el siguiente. Así entramos en el tercer período, de 1560 a 1600, al que el mismo crítico ya citado denomina de aportación y producción nacional. Lo característico de este momento es que sus autores no sólo hablan de mística, sino que la practican y llegan a su elaboración doctrinal más española y original. Su núcleo está formado por los dos santos carmelitas Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, así como por los discípulos de aquélla.
1.10. La poesía del S. XVII - Góngora, Quevedo y Lope de Vega
La poesía en el siglo XVII tuvo un enorme desarrollo. La nómina de poetas es amplísima. La primera generación la constituye la nacida hacia 1560 que comienza a escribir en 1580. Es la generación de Góngora, Lope, los Argensola... La segunda generación de los nacidos hacia 1580 produce un gran genio, el de Quevedo, pero es sobre todo la generación de los discípulos de los anteriores (Villamediana, Soto, Esquilache, Medinilla, Jaúregui, etc.). La tercera generación, la de los nacidos hacia 1600, es la de la decadencia.
El término de culteranismo fue acuñado a principios del siglo XVII y define un estilo de extrema artificiosidad que en la práctica equivale a una latinización de la sintaxis y del vocabulario, un use constante de alusiones clásicas y la creación de una dicción poética distintiva lo más alejada posible del lenguaje diario. Herrera desempeñó un papel importante en este desarrollo. Los poetas cultos o culteranos del siglo XVII fueron, sin embargo, mucho más a11á que Herrera y escribieron en un estilo de dificultad deliberada con el fin de excluir a la generalidad de los lectores. Góngora se enorgullecía de resultar oscuro a los no iniciados, tal como escribía en una carta a un corresponsal desconocido, en 1613 ó 1614, en respuesta a un ataque a sus Soledades: Demás gue honra me ha acusado de hacerme oscuro a los ignorantes, que ésa es la distinción de los hombres doctos, hablar de manera que a ellos les parezca griego. Esta opinión, de hecho, la había defendido Luis Carrillo de Sotomayor en su Libro de la erudición poética (1611). El estilo culterano suscitó gran polémica en su tiempo. Lope de Vega atacó a Góngora y sus imitadores, a la vez qué Góngora criticó mordazmente su llaneza. La crítica más dura la representa Jáuregui: su Discurso poético ha sido considerado por algunos como el manifiesto del conceptismo por oponer el concepto ingenioso al sonido estupendo, y representa desde luego un diagnóstico en el que se critican las demasías del nuevo estilo, lejos de la llaneza.
El primer poeta conceptista en España sería Alonso de Ledesma, aunque su figura más representativa fue Quevedo. La poesía de Quevedo tiene múltiples vertientes: la patriótico–moral, en la que puede expresar la desilusión barroca del paso por la vida y el triste destino de España; la satírica y jocosa, fustigando los peligros de la ciudad, las costumbres femeninas, la ambición de poder, etc, destacando sus romances en jerga de germanía, voluntariamente grotescos y la amorosa, continuando el modelo petrarquista, con singular delicadeza y ternura. Las obras completas de Quevedo no se publicaron hasta después de su muerte, con el título de Las musas castellanas del Parnaso español divididas en nueve musas castellanas.
Por su parte, Góngora quiso editar su obra a instancias del Conde–Duque en 1623, pero murió sin verla publicada. Sólo algunos poemas quedaron impresos en libros de justas, romanceros, florilegios o dedicatorias. Contó con una popularidad evidente, gracias a la trasmisión oral de sus letrillas y romances. Y sus poemas mayores fueron copiados profusamente, constituyendo un caso típico de poeta bien conocido, a pesar de la escasez de impresión de sus obras. Es el único poeta lírico español cuyas obras manuscritas se explotan mercantilmente por los libreros. La abundancia de manuscritos y su pareja disposición hacen pensar en la existencia de un taller especializado en copiar los textos de don Luis.
La primera edición de las obras de Góngora fue publicada por Lope de Vicuña en 1627. De su éxito nos dan idea los múltiples Comentarios que suscitó en su tiempo (los más famosos los de García de Salbedo Coronel y José Pellicer).
Se ha tendido a establecer dos etapas en la evolución poética de Góngora, de la sencillez a la oscuridad. Hoy, Dámaso Alonso, su mejor conocedor, señala la fecha de 1610 como el hito de una evidente intensificación estilística, aunque de modo alguno pueden contraponerse dos estilos diferentes de Góngora. El Góngora más sencillo es el de las composiciones amorosas, romances, letrillas o villancicos. Dos temas destacan en su poesía: lo efímero y mudable de los asuntos humanos y la permanencia y belleza de la naturaleza. A lo largo de su vida alternó lo serio con lo burlesco, mezclando la erudición clásica con materiales propios de carnaval.
La máxima expresión del culteranismo gongorino se alcanza con la Fábula de Polifemo y Galatea y las Soledades (la primera escrita, como el Polifemo, en 1613; la segunda, nunca completada). En el Polifemo se observan fuentes grecolatinas, italianas y españolas (Garcilaso y Herrera, especialmente). Asimismo son patentes ciertas analogías entre las Soledades y la Arcadia de Sannazaro.
Entre los poetas gongorinos merece mención especial sor Juana Inés de la Cruz, monja mexicana, cuyas obras se publicaron en España en vida de la autora. Su obra más famosa es el Sueño, lleno de felices alegorías.
Aunque de Lope hablaremos en detalle al referirnos al teatro, digamos ahora que también fue un poeta notable. La variedad de su poesía es grande. Escribió varias epopeyas (La Dragontea, 1588; La hermosura de Angélica, 1602; Jerusalén conquistado, 1627), así como otros largos poemas (Corona trágica, 1627; La Circe, 1624, Isidro, 1599). Además publicó varios volúmenes de poemas cortos. Su imaginación nunca dejó de crear romances, así como poemas líricos en sus obras de teatro. Numerosos romances de los que se sabe que son de Lope aparecen en el Romancero General (Madrid, 1600).
1.11. La comedia o teatro nacional español
El teatro constituye uno de los géneros más sobresalientes de la literatura española del Siglo de Oro porque quizás fue el que gozó de una mayor proyección social.
El iniciador y padre del teatro renacentista español fue Juan del Encina. Si Encina fue un poeta hábil, Gil Vicente fue el más sensible y delicado de todos los poetas dramáticos del Siglo de Oro y se le ha descrito como el mejor dramaturgo europeo anterior a Shakespeare. Su condición de precursor del auto sacramental en España parece indiscutible. Por otra parte, merecen destacarse sus comedias sentimentales, entre las que sobresalen Don Duardos y Amadís de Gaula.
Bartolomé Torres Naharro (1485–1520) escribió la mayor parte de sus obras en Italia. Teórico, además de escritor, Torres Naharro dejó sus reflexiones sobre el teatro en el proemio de la Propalladia. Muestra una gran independencia de criterio y, aunque parte de los preceptor de los antiguos, los abandona pronto para expresar su opinión personal. Su definición de la comedia la concreta así: no es otra cosa sino un artificio ingenioso de notables y finalmente alegres acontecimientos, por personas disputado. Torres Naharro hizo avanzar el teatro y lo enriqueció con sus propias contribuciones: fue el creador del introito, monólogo único separado del cuerpo de la obra y recitado por un pastor en dialecto, que, unido al argumento, llegó a ser la forma de prólogo dominante en la primera mitad del siglo XVII; desarrolló la comedia en cinco actos, que llamó jornadas; amplió la galería de personajes; pero sobre todo tiene el mérito de haber hallado la fórmula de la comedia española en un primer intento que cristalizará en el siglo XVII con la producción de Lope de Vega.
En la segunda mitad del siglo XVI brillará con luz propia el sevillano Lope de Rueda (1509–1565), que no sólo fue un importante dramaturgo, sino uno de los mejores actores y directores escénicos profesionales de España. Rueda y su compañía recorrieron el país con actuaciones múltiples, ya en los comedores de palacio de la nobleza, ya en los escenarios más o menos improvisados. Cervantes nos hizo una excelente relación de sus actividades en el prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos. Rueda comenzó a representar hacia 1540 y a él se debe en buena medida el establecimiento del teatro profesional en España. Buscó nuevos temas en el drama italiano contemporáneo.
El editor póstumo de Rueda, Juan de Timoneda, es bien conocido por su Patrañuelo, serie de consejas, pero fue también un excelente dramaturgo con obras como el Temario espiritual (1558), Amphitrion, Los menemnos, Cornelia (1559) y el Temario sacramental (1575).
De 1575, aproximadamente, a 1587 ocurre la llegada masiva de las compañías italianas a la Península, lo que significa el triunfo de la comedia del arte, el desarroIlo urbano del teatro, su comercialización en teatros de manera estable y la tecnificación de la puesta en escena. Durante el período siguiente, 1587 a 1620 aproximadamente, se da el momento de esplendor de los corrales y la nacionalización de las compañías. Durante los años siguientes, hasta mediados de siglo, junto al teatro de corrales se desarrollan, sobre todo en representaciones públicas, técnicas cada vez más sofisticadas y complejas, con las que se representan obras que han derivado hacia el enredo puro, por una parte, o hacia la densidad y la profundidad temática de parte del teatro calderoniano, por otra. El teatro del siglo XVII tendrá aún larga vida en la centuria siguiente, por lo menos en el favor del público, cuando ya la creación de obras nuevas y realmente valiosas languidezca.
Con la llegada de las compañías italianas se produce el tránsito de un teatro itinerante a otro urbano fijo, con innovaciones tales como el enriquecimiento de la puesta en escena, la modificación del calendario (aumentando los días de representación), los toldos de los corrales, posiblemente la presencia de la mujer actriz en escena, la aparición de las figuras cómicas y quizá del mismo gracioso, etcétera.
En 1607 la corte abandona el rígido escenario de los salones del Alcázar. A partir de 1622 los monarcas impulsan la construcción de coliseos en los Reales Sitios –El Buen Retiro, Aranjuez– que imitan primero y desarrollan después la estructura de los corrales de comedias. Al menos a partir de 1600, por otra parte, la afición se extendió a zonas rurales, a donde llegaban aprovechando ferias y fiestas las giras de las compañías.
Los corrales de comedias fueron inicialmente los patios interiores de alguna manzana de casas, en donde se montaba un escenario simple y se habilitaban para los espectadores tanto el espacio descubierto restante del patio como las habitaciones (palcos) que daban a él.
La representación teatral fue al comienzo un ingrediente festivo más del día feriado, pero según conseguía el favor del público, y el beneficio económico, fue ocupando los días laborables –manes y jueves– al comienzo, hasta llegar a la representación diaria. Los corrales se cerraban los Miércoles de Ceniza y se abrían después de Pascua; las mejores épocas, al decir de los arrendatarios, eran las del Corpus y el otoño. Las representaciones solían comenzar a las dos o las tres de la tarde en invierno y hacia las tres o las cuatro en verano. Duraban entre dos horas y media y tres horas, pero tenían que concluir –por razones morales y de policía– antes del anochecer. El teatro se llenaba bastante antes de la hora de comienzo. Una obra duraba en cartel uno o dos días; como cosa excepcional, se mantenía hasta cuatro o cinco. Esto es importante, porque permite suponer un público bastante fijo, que exigía constantemente la renovación del espectáculo.
El gran genio del teatro español es Lope de Vega. En su larga carrera dramática, que puede considerarse iniciada en serio en la penúltima década del siglo XVI y que se prolonga hasta muy poco antes de su muerte en 1635, Lope compuso un número sorprendentemente elevado de obras.
La temática de la obra de Lope es muy diversa. En su producción el grupo más numeroso pertenece al género de las comedias amorosas llamadas de capa y espada.
Las tres comedias más representativas del teatro de Lope son: El mejor alcalde, Ål Rey, Peribáñez y Fuenteovejuna.
El número de dramaturgos que escribieron sus obras bajo la influencia de la comedia nueva de Lope fue muy considerable. Valencia fue uno de los grandes centros de esta comedia en expansión, y a finales del siglo XVI y comienzos del XVII floreció la escuela teatral valenciana, que dio, entre otras, dos figuras de dramaturgos menores pero bien dotados, Gaspar de Aguilar y el doctor Francisco Tárrega, que fue canónigo de la catedral de Valencia. Pero el mejor de los autores valencianos, y uno de los de más talento de entre los de la generación y la escuela de Lope, fue Guillén de Castro y Bellvís. En la órbita de Lope destacan finalmente dramaturgos como Pérez de Montalbán, Vélez de Guevara, Mira de Amescua y, sobre todo, Ruiz de Alarcón.
Tirso de Molina es conocido sobre todo por dos obras verdaderamente magistrales, El Burlador de Sevilla y El condenado por desconfiado, aunque parte de la crítica ha negado que ambas fueran suyas.
El Burlador de Sevilla es la principal fuente de una tradición literaria internacional, la del mito de don Juan, a la que pertenecen numerosas obras de gran altura, a menudo extraordinarias, desde la España del siglo XVII hasta la Inglaterra de nuestros días. En efecto, con la figura de don Juan creó Tirso en El Burlador de Sevilla el carácter literario que ha tenido mayor resonancia en la literatura universal, pues desde entonces no ha habido pueblo ni época en la. que no se tratara de darle una nueva forma y expresión a este carácter. En España reaparece el personaje en el siglo XVIII en la comedia No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o El convidado de piedra, de Antonio Zamora; y en el siglo XIX en Don Juan Tenorio (1844), de José Zorrilla. Con la particularidad de que estas tres comedias españolas sobre el mismo personaje resolvieron de una manera distinta el problema teológico, pues mientras Tirso condena al burlador y Zorrilla lo salva, redimido por el amor de Doña Inés, Zamora deja incierto su destino.
La influencia del tema y del carácter de Don Juan fue extraordinaria en el siglo XIX con el modernismo y el postmodernismo, en el que fue tratado por los principales escritores (Unamuno, Maeztu, Jacinto Grau, Azorín, etc.) en la novela, el ensayo y el teatro.
En las literaturas extranjeras fue también notable su influjo tanto en el drama como en los otros géneros literarios. En el drama y poesía merecen destacarse por su interés: en Francia, Le festin de Pierre, de Moliére (1622–1673), el Don Juan puesto en verso por Tomás Corneille (16251709), y Don Juan de Mañara de Alejandro Dumas (1802–1870), padre; en Inglaterra, Don Juan de lord Byron (1788–1824); en Italia, El disoluto de Goldoni (1707–1793) y el libreto de Da Ponte utilizado por Mozart (1756–1793) en su ópera Don Giovanni; en Portugal, el poema La muerte de Don Juan (1874), de Guerra Junqueiro (1850–1923); y más modernamente, Bernard Shaw con su Don Juan en el infierno.
El transfondo intelectual de El condenado por desconfiado fue una acalorada y sutil polémica teológica, conocida con el nombre de la controversia De auxiliis, que sostuvieron los molinistas (los jesuitas seguidores de Luis de Molina) contra los bañecianos (los dominicos seguidores de Domingo Báñez) sobre la naturaleza de la gracia divina, los medios en que puede ayudar al hombre a la salvación y el grado en que los hombres pueden con su libre albedrío cooperar con Dios para conseguir salvarse.
Calderón de la Barca representa la culminación del desarrollo del teatro barroco protagonizando un cambio en las condiciones escénicas comparable al ocurrido con Lope de Vega. Las tramoyas, máquinas, música, etcétera, adquieren un desarrollo espectacular. Uno de los aspectos fundamentales es la integración de la música en el conjunto de las obras, donde es fundamental la influencia de la tradición italiana, que se manifiesta, por ejemplo, en la alternancia de canto y recitativo.
A su muerte, Calderón deja cerca de ochenta autos sacramentales, más de ciento veinte comedias y numerosos entremeses, aparte de textos ocasionales, como aprobaciones o poesías sueltas. Los temas básicos de los autos calderonianos fueron la peripecia de Cristo hecho hombre, triunfando de la muerte, y la del hombre doliente, que busca remedio a sus culpas por la gracia y por la penitencia.
1.12. La prosa de ideas - Quevedo y Gracián
Sus mejores representantes fueron Quevedo y Gracián. El pensamiento de Quevedo evoluciona desde sus primeras obras (Los Sueños) a las últimas (La hora de todos), de la intención satírica a la mayor abstracción moral. En Los Sueños es bien patente su propósito de rebajar valores de la vida humana, presentando todas sus imperfecciones y defectos. La obra despertó los recelos de los censores, que vieron con disgusto la mezcla de cosas sagradas y grotescas, y exigieron del autor que sustituyera los nombres sacro–cristianos por otros pagano–mitológicos. Quevedo quería publicar sus Sueños en 1610; pero el censor dictaminó en contra de su publicación, considerando irreverentes algunas de las citas que había en ellos de las Sagradas Escrituras. Tras un cierto forcejeo, la censura aprobó finalmente su publicación en 1612, y entonces aparecieron sendas ediciones en los reinos que componían la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña y Valencia). En Castilla no se publicaron, sin embargo, hasta quince años más tarde, en 1627, por el tiempo en que se vio metido en la apasionada polémica por el patronazgo único de Santiago. Esta obra alcanzó gran divulgación y renombre; pero Quevedo, presionado por el Santo Oficio, tuvo que hacer una edición expurgada de Los Sueños (Madrid, 1631), en que éstos cambiaron el título y además iban acompañados de otros trabajos. Esta edición llevaba el título de Juguetes de la niñez.
En La Política de Dios y Gobierno de Cristo, la obra que en vida del autor tuvo más ediciones, formula Quevedo su ideario político, defendiendo la doctrina de que tanto el Estado como el individuo deben someterse en su conducta a las normas morales.
En fantasías morales como El entremetodo, la dueña y el soplón y, sobre todo, La hora de la locura, Quevedo acentúa los elementos monstruosos y deformes de su arte convirtiendo la burla en violenta caricatura.
La prosa de ideas alcanza su mejor expresión en el moralismo escéptico de Baltasar Gracián. Gracián tuvo problemas con la censura. Cuando empezó a publicar lo hizo bajo el seudónimo de Lorenzo Gracián y sin permiso de sus superiores. Le fue tolerado, incluso cuando publicó de la misma manera El político D. Fernando el Católico (Zaragoza, 1640); Arte de ingenio (Madrid, 1642) y su versión revisada con nuevo título Agudeza y arte de ingenio (Huesca, 1647). Sin embargo, cuando a despecho de las advertencias publicó las tres partes de El criticón (Zaragoza, 1651; Huesca, 1653; Madrid, 1667) sin permiso y bajo el antiguo seudónimo –aunque, quizás con la esperanza de ablandar a sus superiores, tuvo el cuidado de someter a su aprobación su obra devota El comulgatorio antes de ser publicada en 1655 (Zaragoza)–, fue reprendido severamente, privado de su cátedra de Escritura y enviado a cumplir penitencia a Graus en 1658. Aunque su posterior traslado a Tarazona significó cierta rehabilitación, su disgusto fue tal que intentó abandonar la orden. Le fue negado el permiso y murió en diciembre de 1658.
Las obras de Gracián están presentes en Europa desde muy pronto. Apenas se publican en el siglo XVII, empiezan a traducirse y poco a poco van apareciendo en todas las lenguas del continente. En la vanguardia de esas traducciones aparece Francia, donde ya en 1645 se publicó una traducción de El Héroe; más tarde, en 1684, se publicó en París con el título de L'Homme de coeur, una traducción del Oráculo manual y arte de prudencia. A partir de ahí Gracián va a ser conocido en Inglaterra, Italia y Alemania, hasta convertirse hoy –después de Cervantes y Galdós– en uno de los tres escritores españoles más leídos y traducidos de todo el mundo.
2. Categoría de axiologia
2.1. Noción y despliegue de axiologia
Axiologia, llamada también teoría de los valores (de axios, valor), abarca, por una parte, el conjunto de ciencias normativas y, por otra, la crítica a la noción de valor en general. Por eso, lo que primariamente nos interesa es saber qué es el valor.
Subjetivamente el valor es el carácter que reviste una cosa al ser más o menos apreciada. Objetivamente es el carácter de las cosas que merecen mayor o menor aprecio o que satisfacen cierto fin. El primer uso técnico de la noción de valor proviene de la economía política y de ella ha pasado sobre todo por influjo de Nietzsche al lenguaje filosófico, concretamente a la axiología. Estudiaremos temáticamente el despliegue de la axiología.
Los precursores: tensión entre subjetivismo y objetivismo axiológicos. La axiología se despliega propiamente en el siglo XIX. Mas no por eso dejó de ser antes preocupación de los filósofos el problema del valor. Se suele mencionar a Protágoras, Platón, S. Agustín, S. Tomás, Hume, Kant, como testimonios de ello. Pero la distinción entre ser y valer, por una parte, y la captación del valor por el sentimiento, por otra, fueron las tesis que marcaron el hito de la axiología como escuela filosófica moderna. Los verdaderos precursores de la axiología, en el sentido apuntado, han sido Lotze, Nietzsche y Brentano.
K. H. Lotze sostiene que junto al mecanicismo se da una finalidad, la cual utiliza las causas mecánicas como instrumentos hacia una configuración superior de sentido. Su postura objetivista y antikantiana le lleva a empalmar con Platón, admitiendo que a los valores de la conciencia moral les compete un valer objetivo, independiente de la experiencia, como imperativos éticos. Los valores, al igual que las verdades eternas platónicas, necesitan determinantes empíricos externos para que se hagan conscientes a nuestro espíritu. Pero su existencia no es debida a la experiencia, ni a la costumbre, sino que figuran como contenidos de razón. La metafísica comienza en la ética: «Los valores no son, sino que valen».
F. Nietzsche enseña el valor preferente de los impulsos vitales sobre la razón, así como la subversión de todos los valores y el culto del individuo de gran estilo (superhombre). Lo bueno es lo noble: lo que cuadra al carácter y a la raza del superhombre. Lo malo es todo lo que está a tono con el esclavo y el débil. Sólo aquel que es creador sabe lo que es el bien y el mal, puesto que hace creadoramente que lo uno sea bueno y lo otro malo. La historia es una dinámica de creación y aniquilamiento de valores. Tres son los puntos fundamentales de su axiología: primacía del valor sobre cualquier otra noción; origen del valor en la voluntad de poder; vigencia de la tabla de valoresestabilizada al ser transmutados todos los valores para todo hombre. Pero es la figura decisiva de F. Brentano la que más influiría en la formación de la axiología. La intencionalidad de la conciencia le permite pasar del examen de la vivencia al objeto al cual esa vivencia se refiere. A partir de aquí descubre normas objetivas para el conocimiento y la voluntad. Clasifica las funciones psíquicas en «representación, juicio y sentimiento». La representación es objeto del juicio y del sentimiento. El juicio discierne la verdad. El sentimiento estima el valor. El valor se refiere al sentimiento del mismo modo que la verdad al juicio. Los valores se fundan sólo en el acto valorativo; el cual no es un proceso racional, sino emocional. El amor posee una peculiar inmediatez de evidencia como criterio acertado. De aquí arrancarían las teorías de Meinong y Ehrenfels.
La axiologia de A. Meinong es subjetivista: para él, una cosa tiene valor cuando nos agrada y en la medida en que nos agrada. Es necesario partir de la valoración como hecho psíquico; tal hecho es siempre un sentimiento, el cual lleva a su vez implícito un juicio de existencia. En toda valoración se produce un estado de placer o de dolor, basado en el juicio existencial. Aunque el valor es puramente subjetivo, mantiene, no obstante, una referencia al objeto a través del juicio existencial. Un objeto tiene valor en tanto posee la capacidad de suministrar una base efectiva a un sentimiento de valor. Posteriormente, hizo menos radical este subjetivismo: un objeto tiene valor en cuanto un sujeto tiene o debe tener algún interés por él. Meignon admite por su teoría del objeto ideal la objetividad de algo irreal, como el valor, que es independiente del sentimiento que un sujeto puede tener acerca de él. Incluso llega a afirmar la relación del valer con el ser. El valor de un objeto no puede depender de que se lo desee o apetezca: se desea lo que no se posee, pero se valora únicamente lo existente poseído. Aunque valoramos también lo inexistente, al valorarlo sólo afirmamos que si el objeto llegase a existir nos produciría un sentimiento de agrado. Por tanto, hay un valor actual que tiene presente al objeto que provoca el agrado y un valor potencial que tiene ausente ese mismo objeto. Así, pues, el valor de un objeto consiste en la capacidad para determinar el sentimiento del sujeto, exista o no exista aún tal objeto. Pero el fundamento último del valor es el sentimiento de agrado.
La postura de C. Ehrenfels es una respuesta a la de Meignon. El valor de una cosa reside exclusivamente en el deseo que despierta; por tanto, el valor se identifica con la apetibilidad. Entonces, la medida o patrón del valor es la intensidad del deseo. El valor es la relación entre el objeto y el sujeto; en virtud de tal relación conocemos que el sujeto desea efectivamente al objeto, o por lo menos que el sujeto puede desearlo en caso de que esté convencido de la noexistencia del objeto. Es decir, una cosa es valiosa no sólo cuando es capaz de producir un sentimiento de agrado, pues en ese caso serían valiosas sólo las cosas existentes. Valoramos también lo que no existe como la justicia y la bondad perfectas. Por tanto, el fundamento del valor no se encuentra en el sentimiento de placer o agrado como sostiene Meignon, sino en el apetito o deseo: las cosas son valiosas porque de no existir o de no poseerlas, las desearíamos. Cuando hay una representación fuerte y completa del ser del objeto, entonces la relación sujeto - objeto despierta en nosotros un estado sentimental más intenso que la representación de la noexistencia de ese mismo objeto. Valor es siempre la relación entre un objeto y la disposición de apetencia de un sujeto.
2.2. El subjetivismo axiológico
Se trata de la negación del carácter absoluto del valor, como independiente del sujeto. Esta postura se despliega sobre todo en Europa a partir de bajo el signo de relativismo histórico: la historia es la fuerza productiva que engendra los valores con los que se mide el significado de hombres y épocas. También G. Simmel se pronuncia en el sentido de Dilthey: el valor nunca es una entidad objetiva, pues su objetividad resulta de la correlación entre sujeto y objeto. Los valores absolutos son los que los hombres reconocen como tales en determinadas condiciones. No muy lejos de esta postura se halla el relativismo sociológico de A. Vierkandt.
También aparece esta postura como relativismo monistanaturalista en W.Ostwald. La realidad es la energía, entendida ésta como una verdadera causa y como constante ontológica que continuamente se modifica. Las realidades particulares son modos de energía, la cual es siempre constante. La energía es un valor. Esta teoría, conocida con el nombre de energetismo enseña el imperativo energético: no desperdiciar la energía libre que disminuye constantemente, sino aprovecharla. Sólo es valioso lo que contribuye a ese aprovechamiento. El máximo valor consistirá en el máximo aprovechamiento de energía.
También H. Aifinsterberg profesa el relativismo. La filosofía se basa en un acto voluntario fundamental que afirma la existencia del mundo. Este acto afirmativo es el fundamento de un sistema de valores. Los valores son el resultado de una acción libre de afirmación, pero que se establecen independientemente organizados en una jerarquía. El valor puede originarse o bien de la vida espontánea o bien de la vida consciente. En último análisis, todos los valores se resuelven en una unidad suprema: el mundo como producto de una voluntad de valores. Pero quizá las formas más radicales de subjetivismo se han dado en el ámbito anglosajón. Cuando ya parecía que el subjetivismo había sido completamente superado en el ámbito europeo, florecía en los círculos filosóficos anglosajones. Esto fue debido a que el idealismo de corte germánico de un Bradley o de un Royce jamás llegó a cuajar definitivamente. Era demasiado intensa la influencia de la tradición empirista y nominalista de Ockham, Bacon, Hume, Mill, para que el idealismo pudiera establecerse tranquilamente. Surge entonces el neopositivismo con una fuerte afirmación de pragmatismo. R. B. Perry, Wittgenstein, R. Camap, A. Ayer y B. Russell encabezarán este movimiento.
R. B. Perry rechazó acertadamente la tesis idealista, pero sostuvo la teoría extrema del subjetivismo axiológico: el fundamento del valor es el sujeto que valora. Hay una relación estrecha entre el valor y el interés, de modo que un objeto adquiere valor cuando se le presta interés. Los objetos, dice, no tienen previamente una determinada cualidad para ser valiosos; ni tampoco existen únicamente intereses especiales que confieran valor al objeto: cualquier interés otorga valor al objeto. Se puede establecer la siguiente ecuación: x es valioso=se ha tomado interés en x. El interés expresa una actitud compleja de todo ser vivo de estar a favor o en contra de ciertas cosas. Interés es el deseo, el agrado, la voluntad, el propósito, la aversión, etc. Por tanto, son marginadas en esta teoría las cualidades del objeto que despiertan en nosotros el agrado o el desagrado. El silencio del desierto carece de valor hasta el momento que algún viajero lo encuentra desolado y aterrador; lo mismo sucede con la catarata hasta que una sensibilidad humana la encuentra sublime.
Otra forma de subjetivismo axiológico, aunque no coincidente con el anterior, es la del empirismo lógico. El Tractatus LogicoPhilosophicus de Wingenstein puede tomarse como punto de partida (1921) del empirismó lógico.
Un primer núcleo de este movimiento quedó constituido en el Círculo de Viena, encabezado por Moritz Schlick. El Círculo de Viena se propuso unificar las ciencias, incluida la filosofía, partiendo del método lógico de análisis, el cual permitiría eliminar problemas metafísicos y afirmaciones carentes de significación; este método serviría para aclarar los conceptos y las proposiciones de las ciencias empíricas, cuyo contenido es lo observable de modo inmediato.
Las expresiones metafísicas, afirman, tienen un trasfondo sentimental, careciendo de rango científico. Los predicados bueno, bello, justo, etc., como valores, no tienen función simbólica como la tienen los predicados rojo, frío, idiota, etc., sino que sirven sólo como signos emotivos o expresiones de nuestra actitud hacia algo. Cuando decimos bueno no afirmamos nada del objeto, pero manifestamos nuestro estado sentimental. Y no es que nuestro deseo o agrado confiera valor al objeto como creía Meignon, sino que cometemos un error creyendo que hablamos de un objeto, cuando en realidad hablamos de un estado sentimental. Para R. Carnap (v.), p. ej., los juicios de valor son disfraces de imperativos o normas. Entre el juicio de valor «robar es malo» y el imperativo «no robes» sólo hay diferencia de formulación, mas no de contenido. Pero, por. otra parte, la norma o imperativo no afirma nada, sino que expresa un deseo; por tanto, es inútil agotar argumentos para probar su verdad o falsedad: tanto el juicio de valor como el imperativo o norma no son ni verdaderos ni falsos. La axiología, como ciencia, jamás podrá constituirse sobre tan efímera base, pues sus juicios no son verificables, careciendo así de significado.
Parecida postura mantiene Ayer. Ahora bien, un sentimiento puede ser expresado o afirmado; no es lo mismo afirmar que expresar un sentimiento. Así, la enunciación de un juicio ético no es afirmación, sino expresión de un sentimiento, lo cual, a su vez, ni es verdadera ni falsa. El subjetivismo desconoce esta distinción, ya que el juicio de valor no sería más que la afirmación de la existencia de un sentimiento. Pero en tal caso el juicio es verdadero o falso: o es cierto o no que el sujeto tiene el sentimiento que afirma. Decir que una cosa es buena o correcta no equivale a decir que merece la aprobación general, ya que se aprueban muchas acciones malas o incorrectas. El hombre que aprueba lo malo no se contradice. Entonces, si un juicio de valor no implica una proposición o afirmación jamás habrá proposiciones axiológicas contradictorias. Únicamente cabe la posibilidad de juicios de valor si previamente admitimos todos una tabla de valores. Con arreglo a esa tabla se podrá discutir ulteriormente si un hecho encaja o no en su ámbito. Pero quien no esté de acuerdo con nuestra tabla de valores jamás podrá ser convencido de la verdad o falsedad de su postura. Al no poderse determinar la falsedad o verdad de los juicios de valor ya que no afirman nada, debemos concluir que no significan nada. La Ética no tiene posibilidad alguna. Sólo la Psicología estudiará las reacciones y sentimientos que tales juicios expresan o provocan.
En esto coincide con Ayer B. Russell, ya que la cuestión de los valores está fuera del dominio del conocimiento, siendo además mera expresión de nuestros sentimientos. La idea de lo bueno y de lo malo está conectada siempre al deseo (bueno=deseado; malo=evitado). La Ética quiere dar significación universal a ciertos deseos personales. Ahora bien, decir «esto es bueno» no es lo mismo que decir «esto es cuadrado». Con el predicado «bueno» se enuncia sólo un deseo; mientras que con el predicado «cuadrado» se enuncia algo objetivo. Jamás podrá discutirse sobre la verdad o la falsedad del predicado «bueno». Russell (v.) afirma expresamente que su doctrina es una forma de la subjetividad de los valores. Para él no es posible encontrar argumentos para probar que algo tenga un valor intrínseco. No obstante, parece contradecirse en su postura, cuando afirma que nuestra vida tiene que guiarse por grandes deseos impersonales y .generosos. Pero esto es ya postular una escala objetiva de valores, de modo que el hombre tiene que obrar por razón de los más altos jerárquicamente.
2.3. El objetivismo axiológico
Al despertar el idealismo en el s. xix bajo la forma de kantismo surgieron principalmente dos escuelas fieles al espíritu de Kant: la escuela logicista de Marburgo y la escuela axiológica de Baden. Esta última, representada por W. Windelband y H. Ricicert, impulsó notablemente el estudio del valor.
W. Windelband depende también de Lotze. Partiendo del método trascendental kantiano, sostiene que la filosofía consiste en el análisis de las condiciones lógicas del conocimiento y de la volición. Es, por tanto, conceptualista, negando la existencia de la intuición intelectual: el entendimiento es sólo una facultad de síntesis, al construir el todo a base de sus partes. Con esto aboca al idealismo gnoseológico, haciendo consistir el conocimiento en una creación del objeto y no en una captación del mismo. A pesar de su idealismo, no es totalmente racionalista, y reconoce la presencia de un elemento irracional en la realidad: el fundamento del ser objetivo no son las leyes lógicas como en la Escuela de Marburgo, sino las leyes axiológicas. Ahora bien, más allá de la «conciencia en general» no hay nada. ¿Cómo son entonces verdaderos y objetivos los juicios basados en realidades inmanentes? En tales juicios se da la presencia de valores trascendentales, los cuales no hacen referencia al ser, sino al deberser. El juicio es verdadero cuando corresponde a un deberser trascendental. Los valores figuran como el fundamento del ser, y son independientes de la razón y de la conciencia: se imponen. Por eso, los valores no son relativos, puesto que su validez es absoluta. El valor aparece a la conciencia en la forma de un objeto eterno, al que no corresponde realidad alguna en nuestra conciencia. La filosofía es, así, «ciencia crítica de los valores universales». Estas leyes inmanentes, inmutables y eternas, no existen, sino que valen, y son de tres clases: valores de verdad (en el pensamiento), valores morales (en el querer y obrar) y valores estéticos (en el sentimiento).
H. Rickert sigue la línea trazada por Windelband: el valor no pertenece a la esfera del sujeto, sino a la del objeto. Ahora bien, este objeto no tiene realidad, como la tiene el objeto de una experiencia sensible, sino que constituye un «tercer reino». Es decir, entre el reino de la realidad y el de los valores no es posible una relación si no es a través de una esfera diferente de ambas. Ese «tercer reino» está constituido por relaciones, llamadas por Rickert «formaciones de sentido» (Sinngebilde). La cultura es el reino, de las formaciones de sentido.
Alejado del kantismo, el objetivismo axiológico ha tenido sus representantes más destacados en el círculo de la Fenomenología. Siguiendo el método fenomenológico de Husserl, Max Scheler dio el mejor impulso a la a. en su obra El formalismo en la ética y la ética material de los valores. Scheler está de acuerdo con Kant al rechazar la «ética de bienes», pero esto no tiene que llevar a una aceptación de la «ética del imperativo categórico». Hay que distinguir entre bienes y valores. Así como podemos hablar del eidos o esencia del, color rojo, sin tener en cuenta que exista o no fácticamente en una cosa roja, también hay valores como esencias, prescindiendo de que existan o no bienes portadores de tales valores. El hombre puede intuir la esencia de un valor, el cual es independiente de su realización fáctica en la forma de bienes (o «cosas valiosas»). La intuición de los valores es independiente de la empiría. La ética no puede suponer bienes o cosas (en esto da la razón a Kant), mas también tiene que basarse en un contenido determinado (con lo cual se hace material y se enfrenta a la ética de Kant). Además la jerarquía de los valores es a priori y en esto concuerda con Kant; pero las leyes esenciales que regulan las relaciones entre valores no son de índole formal o indeterminadas en su contenido. Por tanto, se precisa una ética material. Es decir, Kant confundió lo a priori con lo formal; para Scheler esto es imperdonable. Mas Kant cometió un segundo error: confundió lo a priori con lo racional. En verdad, los valores no son captados por la razón, sino por el sentimiento. La razón capta las esencias significativas lógicas. En el querer se establece una relación con el mundo concreto; pero el sentimiento nos abre a las esencias alógicas o valores sin ser una experiencia empírica. Para Scheler, todo acto que realiza un valor debe ser definido precisamente como manifestación de una persona. El verdadero soporte de los valores morales es la persona humana y sólo ella puede ser buena o mala. De ahí el personalismo de la a. scheleriana.
Nicolai Hartmann sigue una línea paralela a la de Scheler. Pero considera únicamente la persona individual, rechazando el concepto de persona colectiva o divina: hay que sacrificar la relación a la ética, ya que la dignidad de la persona humana consiste en transformar el deberser (axiológico) y deberobrar (ontológico). Los valores morales constituyen un reino axiológico independiente: la persona humana es mediadora entre el orden de los valores y el de la realidad. Los valores son como afirma también Scheler esencias irracionales, estando la norma y el deber fundados en el ser independiente de los valores. No hay una prioridad del deber respecto de los valores, sino que el valor precede al deber y lo condiciona. Los valores poseen el carácter de esencias originales, independientes de la representación y del deseo. Son objetos ideales, aprehensibles en una visión intuitiva a priori, independiente de toda experiencia. Hartmann se vincula así a la teoría platónica de las ideas: «En cuanto a su modo de ser, los valores son ideas platónicas. Forman parte de ese otro reino del ser, descubierto por Platón, aprehensibles por intuición espiritual, aunque no visibles con los ojos ni palpables con las manos»(Ethik, Berlín 1926, 108).
2.4. Determinación sistemática del valor
Definir el valor resumiendo o sintetizando de algún modo las ideas expuestas por los autores mencionados es tarea ardua. Ensayémosla en cortas proposiciones:
1)Peculiaridad del valor. Valer y ser no se identifican en el proceso de la percepción humana. Percibimos muchas cosas que son, pero no por ello juzgamos que valen, más aún, nos dejan indiferentes. El valor es aquello que saca al sujeto de su indiferencia frente al objeto; por eso, el valor se funda en la preferibilidad. El valor es noindiferencia. Cuando decimos que algo vale, no afirmamos directamente algo sobre su ser, pues sólo nos referimos a su noindiferencia. La noindiferencia es la esencia del valor. La cosa que vale no es más o menos que la cosa que no vale. Tener valor no significa directamente tener más o menos realidad, sino no ser indiferente. Es precisamente esta característica del valor lo que va a plantear el problema central de la a., y lo que va a permitir que se escinda según los presupuestos metafísicos de los diversos autores, dando lugar a una a. subjetivista, si lo reduce todo al sujeto; a una a. idealista, si no funda el valor en la idea; a una a. realista, que ponga de manifiesto que la a. no puede estar cerrada en sí misma, sino abierta a la ontología, ya que el valor se funda en el ser. En los puntos que siguen procederemos de una manera más bien descriptiva, y siguiendo sobre todo a Scheler y a Hartmann, aunque corrigiendo algunas de sus expresiones, y dejando para luego el planteamiento del tema ontológico.
2) El valor es captado sentimentalmente. No se percibe el valor (la bondad, la amistad, la generosidad, la belleza...) por la vía de un silogismo deductivo, sino de una manera inmediata en la que la capacidad de sentir de la persona se ve afectada. Hay un «orden del corazón» (Pascal) paralelo al «orden de la razón». No obstante el percibir sentimental de un valor está dado este mismo valor con distinción de su sentir y, por consiguiente, la desaparición del percibir sentimental no suprime el valor. Aunque no captados por deducción, no por eso los valores forman un orden caprichoso y caótico. El percibir sentimental no está unido exteriormente al objeto, ni aun de modo mediato a través de una representación o a través de un signo, como si el objeto fuera signo de algo más profundo. Captamos inmediatamente los valores por medio de las vivencias emocionales (preferir y postergar). N. Hartmann extrema en el distinguir la esfera lógica y la esfera emotiva; esta última es llamada por Ortega y Gasset estimativa.
3) EI valor es objetivo. Ya vimos cómo Scheler rechaza las doctrinas axiológicas subjetivistas. El fundamento del valor no es el agrado o desagrado que desencadena. El mismo hecho de que podamos discutir sobre los valores, supone que en la base de la discusión estamos profundamente convencidos de que son objetivos. Los valores se descubren, como se descubren también las verdades científicas. Hartmann es contundente a este respectó: los actos emotivos tropiezan con algo que nos insta irresistiblemente. No es que lo deseable tenga valor, sino que es deseable lo valioso. Y ya decía Scheler que la desaparición del percibir sentimental no suprime el ser del valor. Cuando se descubre un valor no es que antes no hubiera valor y ahora lo hay, sino que antes todavía no era intuido y ahora lo es.
4) Los valores son esencias o eidos. Quiere esto decir que los valores son independientes de las experiencias en que están inmersos. Esta esencia puede ser realizada por medio de la existencia, pero su modo específico de consistencia no se modifica por el modificarse de sus realizaciones existenciales (N. Hartmann).
Los valores son esencias «eternas e inmensas», por abarcar el espacio y el tiempo. No es que los valores sean errantes fantasmas, pues más bien son espacial y temporalmente omnipresentes: no valen aquí o allí, antes o después; simplemente valen. Además san esencias «absolutas e inmutables»: la traición de mi amigo no altera el valor de la amistad; los valores no cambian. Son absolutos: no están condicionados por ningún hecho de naturaleza histórica, social, biológica o individual. Lo que vale una vez, vale siempre y de un modo uniforme: no valdrá más para unos que para otros.
5) El valor no es una relación, sino una cualidad. Es preciso distinguir entre el valor en sí y el valor para nosotros. Si hubiera valor sólo para algunos, entonces estarían constitutivamente en relación con el tiempo y con el espacio, cosa que ya hemos excluido. Antes de Newton ya existía la ley de la gravitación. Del mismo modo, sólo hay una relatividad en el modo de conocer los valores, pero jamás en el mismo valor como tal. Percibir un valor no es crearlo, sino descubrirlo. Los valores poseen independencia objetiva e independencia subjetiva. La belleza es independiente del cuadro, de la estatua o de los colores: el cuadro o la estatua poseen el valor de lo bello, que los trasciende y los antecede. Los valores son extraños a la cantidad: no se puede decir que un cuadro es tantas veces bello, ni se puede contar o dividir la belleza en unidades. Los valores son también subjetivamente independientes; aunque nunca se hubiera juzgado que el asesinato era malo, hubiera continuado siendo malo.
6) El valor no tiene sustantividad propia. Los valores radican en los seres y el hombre no percibe el valor sino en los seres concretos, haciendo referencia al ser y expresándose como un predicado del ser. Aquí volvemos a encontrar en toda su pujanza la distinción entre una a. realista y una idealista: la primera reconocerá ese hecho con toda su fuerza; la segunda no acaba de asumirlo del todo y empleará expresiones como «los valores están adheridos a los seres», «depositados en ellos», etcétera.
7) Polaridad de los valores. El valor consiste en la noindiferencia, es decir, en su capacidad de sacarnos de la indiferencia. Esto supone un punto inicial de indiferencia y algo noindiferente que se aleja de ese punto. Hay dos modos de alejarse de ese punto de indiferencia: uno positivo y otro negativo. Por eso, el valor tiene polaridad: un polo positivo y un polo negativo. La provocación de la noindiferencia puede suceder por atracción o por aversión. Todo valor tiene su contravalor, a lo bueno se contrapone lo malo; a la belleza se contrapone la fealdad, etc.
8) Jerarquía de los valores. Hay una multitud de valores como modos de noindiferencia. El valor debe tener constitutivamente noindiferencia. También los valores en sus relaciones mutuas poseen esa noindiferencia. Esta noindiferencia respectiva es el fundamento de su jerarquía. Según Scheler, los valores mantienen una relación jerárquica a priori, pues la jerarquía cuyo fundamento es la correlación de los valores en orden a la noindiferencia reside en la esencia misma de los valores. Scheler da cinco criterios para determinar la jerarquía axiológica: l° Extensión: los valores más inferiores son esencialmente fugaces, mientras que los superiores son eternos; las grandes obras literarias persisten a través del tiempo. 2° Divisibilidad: un valor tiene mayor rango cuando menos divisible es; un trozo de pan vale el doble que la mitad de ese trozo; pero la mitad del cuadro Las Meninas no corresponde a la mitad de su valor total. 3° Fundamentación: cuando un valor fundamenta a otro es más alto que éste. Lo agradable se funda en lo vital; y todos los valores se fundamentan en los religiosos. 40 Profundidad de satisfacción: Satisfacción no es placer, sino vivencia del cumplimiento de una intención hacia un valor cuando aparece éste. Profundidad no es grado de satisfacción; la satisfacción es tanto más profunda cuanto menos ligada está al percibir sentimental de otro valor. 5° Relatividad: no se trata de un subjetivismo; el valor de lo agradable es relativo a un ser dotado de sentimiento sensible; los valores absolutos son aquellos que no dicen relación a la sensibilidad o á la vida.
9) Clasificación de los valores. Uno de los esfuerzos más gratos a la a. consistió en encontrar una escala de valores con que indicar su mutua correlación, según el modo que tienen de sacarnos de la indiferencia. El valor supremo es aquel que dista más que ningún otro del punto inicial de indiferencia. Ortega y Gasset, inspirándose en las investigaciones de Scheler y Hartmann, propone una escala de valores, según jerarquía y polaridad, que transcribimos: Útiles (carobarato; ordinarioextraordinario), Vitales (noblevulgar; sanoenfermo; fuertedébil; vidamuerte), Intelectuales (conocimientoerror; evidenteprobable), Morales (buenomalo; justoinjusto), Estéticos (bellofeo; sublimeridículo) y Religiosos (sagradoprofano; divinodemoníaco). A la vista de esta escala podemos apreciar que se nos impone renunciar a un valor de belleza o de salud antes que hollar un valor religioso. Finalmente, y por lo que respecta al carácter positivo o negativo del valor, añadiremos que el valor positivo es aquel que debe mover al sujeto por su atracción; el valor negativo debe mover al sujeto por su repulsión. Lotze y Brentano formulan la siguiente tesis al respecto: La existencia del valor positivo es un valor positivo; la existencia del valor negativo es un valor negativo; la noexistencia del valor negativo es un valor positivo; la noexistencia del valor positivo es un valor negativo.
2.5. Entrada de la Axiología en el ámbito de la Ontología
En Francia, L. Lavelle y R. Le Senne consideran la A. como una profundización de la Ontología misma. En España, J. Zaragüeta se ha pronunciado también en este mismo sentido. En Alemania, J. von Rintelen identifica el valor con el concepto afín al tomista de Bien, que, como se sabe, es uno de los trascendentales del ser. justamente la posible entrada de la A. en el ámbito de la Ontología tendrá lugar únicamente en el ámbito de la bondad trascendental, como unánimemente lo ha reconocido el neotomismo. Pero es preciso aclarar este punto. Acerca de la distinción que la A. hace entre el bien (v.) y el valor, convendrá tener presentes algunos puntos:
1) El bien es el ente concreto dotado de bondad. En este caso, el bien es lo valioso, o lo que es soporte de valor; el valor es la bondad misma tomada abstracta o formalmente (la valiosidad), en virtud de la cual el ente se hace bueno.
2) El bien se dice también del bien óntico, no realizado todavía por la tendencia en acto segundo. El valor, en cambio, coincide con el bien realizado por la tendencia espiritual. Hablando más exactamente, el bien realizado presenta un doble aspecto, que se corresponde analógicamente con el concepto objetivo y subjetivo del entendimiento. El aspecto objetivo es el bien realizado como aquello que es realizado (contenido de valor) y en cuanto que es realizado; el aspecto subjetivo es la misma realización del bien, como el modo en que la tendencia realiza el bien (valoración). Así tenemos el valor tomado objetivamente, por cuanto es realizado, y el valor tomado subjetivamente, en virtud del cual es realizado. Los valores tomados subjetivamente son los actos de amor, reverencia, fidelidad, pureza, etc., por los cuales se manifiestan y realizan los valores "tomados objetivamente, dándoles una respuesta adecuada. Esta segunda consideración del bien y del valor toca más directamente los puntos esenciales de la a. Casi ningún axiólogo mira al bien óntico, fijándose en el valor y atendiendo especialmente al valor tomado subjetivamente, como en el caso de Scheler. El valor no coincide de un modo tan inmediato y manifiesto con el ente como el bien óntico; por eso, es comprensible su esfuerzo por separarlo de la esfera del ser. Pero si estudiamos el problema más profundamente, pronto evitaremos esa separación. El valor a la vez subjetiva y objetivamente tomado se fundamenta en el bien óntico: el valor tomado objetivamente es el mismo bien óntico realizado en acto; el valor tomado subjetivamente da la respuesta correspondiente al bien óntico, ya que está determinado por éste: el valor subjetivo es el bien óntico transportado y elevado al modo del sujeto apetente. Por tanto, no sólo el bien óntico se convierte o identifica relativamente con el ente, sino también el bien realizado, como lo manifestativo con lo manifestado.
3) Decimos que el ente tiene bondad en cuanto se connota la perfección que el ente tiene en sí, o sea, la plenitud de ser tenida por él; pero decimos que un ente tiene valor cuando connotamos su conveniencia a otro ente en determinadas circunstancias. Desde esta perspectiva, el valor se fundamenta en el bien, pero sólo puede ser definido atendiendo a las circunstancias determinadas; p. ej., un tesoro cuantioso es de suyo un bien mayor que un barril de agua; mas para el hombre que jadea sediento en un desierto tiene más valor ese barril de agua que el tesoro. Esta distinción muestra la peculiaridad del tema del valor a la vez que pone de manifiesto la necesidad de vincularlo al bien. La A. tal y como se desarrolla sobre todo en Scheler y Hartmann supone tina superación del subjetivismo axiológico y del psicologismo (v.), pero si no se abre a una fundamentación metafísica del valor corre el riesgo de caer en el idealismo (v.) o de colocar lo axiológico en un reino de ideas platónicas.
Quien admita la a. en un sentido noontológico se encuentra en la misma situación del que quiere buscar casa en una ciudad donde impera una gran necesidad de viviendas. Si alguien le propone la adquisición de una casa muy valiosa, con lujosos salones y jardines, a un precio ridículo, nuestro hombre saltará de gozo. Pero caerá descorazonado tan pronto como le aclaremos que, aun siendo la casa de un valor incomparable, le falta un leve detalle: que no tiene ser. Lo mismo puede decirse de los valores alimenticios, estéticos o sociales.
Aquí no se trata de una cosa concreta, llámese comida o casa, sino del valor de esos bienes, de la bonitas de estos bona. Al valor de estos bienes pertenece necesariamente su seractual o su serposible como fundamento ontológico. El valor está vinculado indisolublemente al ser. Esto tiene su vigencia no sólo para valores de cosas, sino, y especialmente, para valores morales. El deber es siempre un deberser, del mismo modo que el serposible es ser por su relación al seractual.
3. Las características semánticas de evaluación
3.1. El factor subjetivo y objetivo de evaluación
La característica más importante de evaluación es presensia de factor subjetivo que actúa reciprocamente con el objetivo. Una expresión evaluativa, aun si no se ve claramente el sujeto, sobreentiede la relación evaluativa entre sujeto y objeto. Cualquier juicio presupone el sujeto del juicio es decir una persona (individuo, sociedad) que produce la evaluación y un fenómeno o una cosa a la cual se refiere la evaluación. Al fin y al cabo la medida del valor de todo lo existente es un hombre en conjunto de todas las manifestaciones de su vitalidad. Este hombre dependiendo de las circunstancias puede ser representado por un individuo concreto, por un grupo social o por la sociedad humana en general.
La presensia del sujeto de valoración presupone unas peculiaridades de razonamiento evaluativo y en primer lugar la posibilidad de discusión sobre la evaluación cuando se chocan las opiniones distintas:
A.: Creo que es una novela brillante;
B.: Según mi opinión es mediocre;
A.: Pasa por especialista muy bueno;
B.: Por desgracia no es así.
El aspecto evaluativo determina también los predicados axiológicos como uno de los elementos de la estructura evaluativa. Los predicados creer, opinar, pensar, parecer reflejan el caracter subjetivo de evaluación. Compárense: Todo el mundo lo tiene por honrado y Es honrado.
El componente subjetivo presupone la actitud positiva o negativa de sujeto hacia su objeto (a veces la representan en forma de relacion: "gustar/no gustar", "apreciar/no apreciar", "aprobar/no aprobar") mientras el componente objetivo (descriptivo) toma como punto de referencia las cualidades propias de objetos o fenomenos a base de las cuales se evaluan. En declaraciones los aspectos subjetivo y objetivo se dividen. De tal modo diciendo Me gusta la película, el sujeto no comunica nada sobre las cualidades de la película sino sólo sobre su actitud hacia ella. La capacidad de señalar la actitud subjetiva como tal la poseen en primer lugar los verbos; compárense: respetar, amar, apreciar, despreciar, odiar etc.: El respeta a los mayores; Le desprecio etc. Indicios de objeto a veces se introducen complementariamente en forma de argumentacion: Me gusta esta película, está realizada con mucho talento. Determinaciones evaluativas siempre presuponen peculiaridades de objeto: Es una película fantástica; es una carretera terrible; es una variante impropia; es una maniobra excelente. Hace falta poner de relieve que contraposición de sujeto/objeto en una estructura evaluativa no es lo mismo que la contraposición de subjetividad/objetividad en semántica de evaluación. Sujeto y objeto presuponen existencia de ambos factores: subjetivo y objetivo. De este modo, sujeto, evaluando objetos o hechos, por un lado, se apoya sobre su actitud hacia el objeto (me gusta/no me gusta) y, por otro lado, sobre ideas estereotipadas en cuanto al objeto y la escala de valores en la cual se colocan todos los indicios característicos para el objeto. Al mismo tiempo en un objeto evaluativo se combinan los indicios subjetivos (relación sujeto - objeto) y los objetivos (rasgos de objeto). De esta manera, cuando se trata de que el agua es caliente/fria se sobreentienden las propiedades del agua igual que las sensaciones del sujeto. Declaraciones Llegué a saber una noticia excelente, estupefaciente y Llegué a saber una noticia sensacional, muy interesante incluyen así sentidos evaluativos (subjetivos) como los descriptivos (objetivos) con la particularidad de que en el primer ejemplo se expresa ante todo la actitud del sujeto hacia el acontecimiento y en el segundo se explicitan las propiedades descriptivas del acontecimiento; no obstante en ambos casos se comunica algo sobre el sujeto y objeto.
La correlación de lo subjetivo y lo objetivo es el problema básico alrededor de que se desarrollan las discusiones sobre la esencia filosófica de valores y sobre la naturaleza de juicios evaluativos. Historia de aprendizaje de evaluación se caracteriza por una contínua lucha de dos corrientes, una de las cuales se apoya sobre la idea de que lo más importante en proceso de evaluación es sujeto mientras la segunda se inclina a lo que el componente principal de evaluación es naturaleza de objeto. En lo fundamental estas corrientes se desarrollan en la esfera de las teorías éticas aunque muchos de sus postulados son esenciales para el aprendizaje de evaluación desde el punto de vista de lêîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûingüística.
La primera corriente se expresa en concepciones de emotivismo donde los significados evaluativos se observan sólo como expresíon de emociones de sujeto o como actitud de sujeto hacia su objeto. Por ejemplo, la declaración: Obraste mal por haber robado el dinero se puede interpretarla como Robaste el dinero + entonación de susto y exclamación que no agregan nada al significado sino muestran que la exclamación fue acompañada por una reacción emotiva por parte del sujeto.
Algunos autores creen que casí cada declaración contiene el aspecto emotivo puesto que hasta una comunicación sobre un hecho cambia algo en el estado psíquico del oyente prescribiendole los estados emocionales correspondientes. En aspecto emotivo de la evaluación se puede diferenciar las emociones propias de sujeto (¡Qué tonto soy!, ¡Qué pena!) y las emociones que sujeto le quiere inculcar a su interlocutor (en declaraciones que se refieren al interlocutor, por ejemplo, en insultos y en declaraciones que se refieren a la tercera persona (¡Qué bobo es!).
Los autores que se inclinan a las ideas de emotivismo están en contra de que la misma denominación "bueno" sea un rasgo del objeto. Los partidarios de emotivismo creen que la evoluación no se puede interpretarla ni como verdadera ni como falsa ya que no puede ser verificada. Es imposible la discusión de evaluaciones como:
A: Es correcto.
B: No es correcto.
El científico Ayer cree que en discusiones de este tipo no se toca la evaluación sino los hechos. Es evidente también que según esta concepción lo emocional de la evaluación prevalece sobre lo racional.
La corriente contraria se apoya sobre la idea que los significados evaluativos deben ser interpretados como los pertenecientes a los objetos y, de este modo, no representan relaciones sino rasgos (naturalismo). Como creían los representantes de intuicionismo los rasgos evaluativos incluyendo los morales son la realidad objetiva y son características para las acciones y estados. En límites de estas concepciones se presupone que los rasgos evaluativos resulten una conclusión lógica de los rasgos descriptivos ya que la evaluación se basa en los indicios de objetos o fenómenos. Conformamente la evaluación emotiva se deduce de la racional, entonces la discusión de evaluación se hace posible. Las ideas del naturalismo se desarrollan junto a la idea que los rasgos evaluativos se correlacionan con funciones de objetos(funcionalismo); así, el cuchillo bueno es aquel que corta bien, Ramirez es padre bueno significa que les viste y les da a comer a sus hijos etc. De esta manera, el significado de la palabra "bueno" para las termas funcionales se deduce a base de los criterios lógicos y para los demás objetos los criterios deben ser lógico-empéricos. Estas ideas se hicieron una base del análisis lêîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûingüístico de la palabra "bueno" en trabajos de Katz y Vendler.
Las tentativas de superar la unilateralidad de ambas corrientes sirvieron de incentivo para las investigaciones subsiguientes de los problemas más importantes de evaluación.
Así, fue mostrado que es necesario tomar en consideración la diversidad de los rasgos evaluativos de objetos. El autor de "Los principios de ética" G.Moor comparando las palabras "amarillo" y "bueno" la primera la llamó "un rasgo natural" y la segunda "innatural". Él apuntó que es imposible describir el significado de la palabra "bueno" a base de rasgos de los objetos a los cuales se puede aplicar el signo "bueno", es así llamado "error naturalístico". Moor subraya que todos los juicios de lo bueno siempre son sintéticos y nunca analíticos. De este modo el problema de transición de los rasgos descriptivos a la evaluación resultó en el centro de atención de los investigadores.
3.2. Clasificación de tipos de evaluación
El desarrollo subsiguiente de dos corrientes y la aspiración de encontrar la salida de las contradicciones que surgen con el enfoque unilateral sirvieron de incentivo para las investigaciones de semántica de los adjetivos como el tipo básico de palabras de signo.
P.Nowel-Smit examinando el problema de las condiciones bajo las cuales se usa la palabra dada divide los adjetivos en 2 grupos: grupo A (aptness-words) y grupo D (descriptive words). Los primeros indican que el objeto tiene unos rasgos que son aptos para despertar emociones y los segundos entran en descripción. Además, se distingue el grupo G (gerundive words) que designa rasgos que traen consigo una acción: vestido rojo (D), vestido cómodo (A), vestido inconveniente (G). Esta división es convencional ya que los adjetivos de un grupo en contexto pueden funcionar como los de otros grupos. En particular, la división refleja la concepción de así llamado prescriptivismo que presupone que en primer plano se pone la función prescriptiva de la evaluación: Es bueno, opta por eso o Es malo, no hagas así.
J. fon Wright propuso una clasificación de tipos de evaluación basada en tipos de objetos y semántica de combinaciones con la palabra "bueno". Él distingue las siguientes "formas de bienes":
1) bien instrumental (cuchillo bueno, reloj bueno);
2) bien técnico (chófer bueno, profesor bueno);
3) bienes médicos que incluyen tales objetos como ojos, corazón, memoria;
4) bien utilitar que sobreentiende idoneidad, utilidad para algún fin: plan bueno, ocasión buena, oportunidad buena.
5) bien gedónico (olor bueno, tiempo bueno);
6) bienes de hombre (intención buena, acto bueno).
La interacción de sujeto de evalución con objeto sirve de base para la clasificación de significados de evaluación parcial hecha por Arutyunova. Ella subraya que "evaluación crea una taxonomía de objetos y acontecimientos especial distinta de la natural". La científica divide los significados de evaluación parcial en 3 grupos que incluyen 7 categorías.
El primer grupo lo forman las evaluaciones de sensor que se dividen en: 1) gedonísticas (es lo que gusta a uno: agradable, sabroso, atractivo, aromático) y 2) sicológicas entre las cuales se diferencian evaluaciones intelectuales (interesante, trivial, fascinante) y evaluaciones emocionales (alegre, deseado, agradable).
El segundo grupo son evaluaciones sublimadas o absolutas: 1) evaluaciones estéticas basadas en síntesis de las de sensor y sicológicas: bonito, excelente; 2) éticas que sobreentienden las normas: moral, bondadoso, vicioso.
Las últimas 3 categorías que constituyen el tercer grupo son evaluaciones racionalísticas vinculadas con actividad práctica de hombre. Incluyen las evaluaciones 1) utilitares (útil, nocivo); 2) normativas (correcto, normal, sano); 3) teleológicas (eficaz, acertado, defectuoso).
Como podemos ver, el análisis de evaluacíon en plano lêîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûingüístico se apoya también sobre comprensión de aspectos subjetivos y objetivos de palabras y declaraciones evaluativas.En las declaraciones evaluativas lo subjetivo y lo objetivo están ligados inseparablemente.
3.3. Los componentes evaluativos y descriptivos de significado. La evaluación general y parcial
En las estructuras evaluativas los rasgos subjetivo y objetivo expuestos más arriba actan recíprocamente. Al examinar las expresiones como la manzana roja, redonda, madura; el cuaderno grande, cuadrado, antiguo es evidente que tratan de los rasgos propios de objetos. Al contrario, las expresiones la manzana deliciosa; el cuaderno magnífico no comunican los rasgos propios de objetos sino los que les atribuye el sujeto. La primera serie de adjetivos se puede llamarla descriptiva y la segunda evaluativa. Los signos de la primera serie pueden incluir también el componente de evaluación: bondadoso, talentoso, asiduo, insolente, tonto. Este tipo de evaluación se llama la evaluación parcial. Las palabras de la segunda serie(bueno, excelente) se llaman las de evaluación general.
El problema de diferenciar dos series de signos en su correlación es discutible. Es obvio que los rasgos propios de objetos no carecen de aspecto subjetivo. Así, la manzana madura presupone la idea subjetiva de este rasgo; el cuaderno grande también presupone los estereotipos sociales conocidos al sujeto de evaluación. Los rasgos de color y forma son los más "objetivos" pero en estos también está presente el aspecto subjetivo. Por otro lado los signos evaluativos propiamente dichos se apoyan en rasgos de objetos y en este sentido tampoco pueden considerarse puramente subjetivos (por ejemplo, día perfecto quiere decir el de sol, que no es frío). Según la proporción de factores subjetivos y objetivos los rasgos se sitúan en una escala incesante. En un extremo de la escala están tales rasgos como triangular, alumínico y en segundo extremo los evaluativos propiamente dichos: excelente, magnífico.
Los componentes objetivo y subjetivo de significado evaluativo representan una unidad dialéctica con correlaciones muy complicadas en límites de cada serie de unidades de la lengua.
Las relaciones entre el sentido descriptivo y evaluativo (emotivo) se manifiestan evidentemente en sistema de los adjetivos para los cuales es esencial la semántica de signo. Entre los adjetivos se puede diferenciar las palabras descriptivas que no contienen ninguna evaluación (por ejemplo, portugués, cúprico, matinal, bípedo etc), a este tipo pertenece la mayoría de adjetivos relativos y los evaluativos propiamente dichos (bueno, excelente, magnífico, estupendo, malo, feo, terrible) que designan sólo la evaluación con signo "+" ("bueno") o "-" ("malo") con diferente grado de intencificación y afectividad. Así, perfecto es "bueno + intencificación", estupendo significa bueno+intencificación+afectividad" etc. Pero no todos los adjetivos tienen sentido puramente evaluativo o puramente descriptivo. La mayoría de los adjetivos y de las palabras evaluativas en general combinan los dos sentidos. Por ejemplo, fascinante, talentoso y mediocre, aburrido. Estas parejas de palabras se parecen por el signo evaluativo "+" para las dos primeras y el signo "-" para las últimas, pero se distinguen por el significado que se refiere a los rasgos de objeto de evaluación.
Los adjetivos que de algún modo combinan el sentido evaluativo con el descriptivo componen una serie donde estos dos sentidos se combinan en diferentes proporciones. El proceso característico para los adjetivos es adquisición de rasgos calificativos. Los sentidos evaluativos frecuentamente aparecen cuando el objeto de evaluación de algún modo estáligado con la esfera de una persona, puesto que casí cualquier rasgo de una persona puede presuponer evaluación: casa de piedra, corazón de piedra; lápiz rojo, nariz roja. Significado calificativo de tales adjetivos habitualmente sobreentiende metáfora. En las lenguas romanas según rasgos evaluativos y no evaluativos se diferencian los adjetivos relativos y constucciones con preposición de.
Los rasgos descriptivos se apagan completamente cuando en primer plano aparece el aspecto subjetivo de evaluación. Eso pasa cuando, por ejemplo, una palabra se usa como ofensiva: ¡Burro!, ¡Bandido!. Los adjetivos que contienen en su significado un grado alto de intencidad fácilmente se hacen puramente evaluativos.
En mayoría de los casos el significado evaluativo se vincula implicativamente con el descriptivo correspondiente. En la lengua natural los dos aspectos se combinan. La combinación se realiza así en la semántica de las palabras evaluativas como en declaraciones que contienen una evaluación, y precisamente en las declaraciones se descubre una serie de rasgos de semántica evaluativa.
Los dos componentes de significado (descriptivo y evaluativo) se puede distinguirlos describiendo la semántica de declaraciones y palabras concretas. Por ejemplo, atento en la declaración Él es lector atento signifíca "êîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûcuidadoso, escrupuloso", es componente descriptivo. Estas cualidades en "el cuadro del mundo" se evaluan como "buenos" y, entonces la declaración contiene también el componente evaluativo "es bueno".
La correlación de la evaluación y descripción se cambia según la posición sintáctica. La posición típica donde se diferencian los sentidos descriptivo y evaluativo es la predicativa. Para las palabras descriptivas que carecen de sentido calificativo no es característica la posición predicativa: la ética médica, pero esta ética es médica; el alumno ausente pero este alumno está ausente. Al mismo tiempo en la posición predicativa los sentidos evaluativos se inducen con ayuda de diferentes medios (intensificadores, artículos, entonación exclamativa): Es un hombre pero no Un hombre entró en la habitación. La posición predicativa donde se actualiza la evaluación se opone a las posiciones de identificación y clasificación. Compárense: Es burro (no es cabra) - es identificación y Eres burro es evaluación.
La diferencia entre los sentidos evalutivos y descriptivos se manifiesta evidentemente en las estructuras que reflejan el movimiento por la escala evaluativa. En primer lugar son construcciones con intensificadores: Esta casa es enteramente de piedra o llegó con la nariz muy roja. La posibilidad de combinarse con intensificadores señala del desplazamiento hacia el sentido evaluativo.
Otro contexto típico para los sentidos evaluativos son combinaciones con intencificación de veracidad del rasgo con adjetivos "verdadero", "auténtico", "genuino": "Es pintor" (clasificación), "Es pintor verdadero" (evaluación con intencificación); "Es bandido" (clasificación), "Es verdadero bandido"(evaluación con intencificación). El sentido evaluativo se actualiza en declaraciones expresivas con "qué": ¡Qué artista!, ¡qué inteligente!, ¡qué película magnífica!.
Wolf subraya que se puede hablar sobre las declaraciones evaluativas propiamente dichas sólo cuando la evaluación es el fin de la comunicación. No obstante cualquier texto puede incluir evaluaciones que forman partes de las estructuras descriptivas: Escuchaba con interés; Recibimos un mensaje importante.
Frecuentemente la evaluación se situa en rema. El sentido evaluativo lo pueden tener declaraciones puramente descriptivas si lo descrito se puede evaluarlo como bueno o malo: El camino era pedregoso, avanzabamos a duras penas.
El problema de correlación de lo descriptivo y lo evaluativo tiene un aspecto más, es el de primacía de rasgos evaluativos y descriptivos que en las teorías lógicas es disputible. Los rasgos descriptivos aparecen primarios si se trata de conclusiones evaluativas. Compárense la evaluación y su motivación: A mí me gusta este libro porque es interesante y divertido pero no Este libro es interesante y divertido porque me gusta.
4. La evaluación comparativa de situaciones
La evaluación es inseparable de la comparación. Nosotros dividimos lo bueno de lo malo, lo delicioso lo contraponemos a lo desabrido, lo inagradable a lo agradable.Cualquier tipo de comparación se basa en disjunción que presupone incompatibilidad de unas situaciones, acciones, modos de actuar, acontecimientos. La relación disjuntiva, es decir, presencia de una opción dentro de una serie de alternativas, incita a uno a hacer una comparación evaluativa. La evaluación comparativa tiene forma de un razonamiento práctico (que no lleva a la constatación de la verdad sino a la toma de decisión). Cada uno lo usa en su vida. El razonamiento lógico es universal para toda la gente y se basa en distracción del sujeto pensador. El razonamiento práctico al revés no puede ser aislado de la estructura de la personalidad, las finalidades que se propone, de la real situación de la vida.
Las alternativas se comparan desde el punto de vista de que es mejor y que es peor. En realidad pocos tipos de acontecimientos de la esfera personal están marcados con un signo axiológico resistente: "+" es lo con que gente se felicita, "-" es lo que sirve motivo de compasión. Sólo la necesidad de optar arrastra al campo axiológico los acontecimientos neutros.
La opción de una serie de caminos que se abren ante una persona está modulada en juegos. Las reglas de juego presuponen multiplicidad de posibilidades pero, como en la vida, juego permite la realización sólo de una de ellas. Una jugada acertada o fallada presupone el resultado del juego o su objetivo final que es ganancia o pérdida. Mientras cada jugada de paso se elige de una serie de posibilidades la alternativa final de juego o su resultado está formada por dos situaciones opuestas. La opción de la jugada se basa en previsión o cálculo; haciéndola la persona programa el futuro aunque el futuro se forma no sólo por los factores conocidos para el jugador sino también por acciones de las fuerzas desconocidas. Cada jugada significa riesgo. Tomando una decisión el jugador siempre sopesa todos los pros y los contras, considera todos los chances. A veces la vida la comparan con juego aunque en realidad juego fue creado "a imagen y semejanza" de una parte determinada de la vida.
La comparación en axiologia está vinculada con tales nociones como 1) alternativa, es decir presencia de una serie de incompatibles acciones permitidas; el mínimum de alternativa es oposición de acción e inactividad; 2) comparación valorativa que toma en considerasión la modalidad subjetiva del deseo y modalidades objetivas de probabilidad y necesidad; 3) preferencia que se considera un tipo de estado síquico (opción potencial), son, por ejemplo, preguntas de tipo: "¿Qué prefieres, plátanos o naranjas?"; 4) opción consciente es decisión que se considera como acto de realización de preferencia.
La confrontación evaluativa no es lo mismo que comparación. La confrontación no constata la semejanza sino pesa y hace el resumen. Los objetos de la comparación evaluativa pueden ser tanto cosas como sus cualidades, situaciones, acontecimientos y estados. Pero cuando hablan de las preferencias, no tienen en cuenta los objetos propiamente dichos sino sus propiedades y las acciones que los incorporan. La afirmación "La frambuesa es más sabrosa que la fresa" se refiere al sabor de la frambuesa, es decir una cierta propiedad del objeto. Para conocer el sabor de las bayas hace falta probarlas. Preferir frambuesa a fresa significa comerla más gustosamente que la fresa y considerar la situación cuando hay sólo frambuesa mejor que la situación cuando hay sólo fresa.
Vamos a analizar el refrán español "Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer". Se puede parafrasearlo de tal modo: "lo malo conocido es mejor que lo bueno desconocido". Este paráfrasis descubre una estructura característica para la comparación evaluativa: cada combinación de palabras representa una coyunción de signos.
El complejo semántico “bueno – malo” pertenece a las concepciones de graduación, en la cual cada antónimo muestra la dirección de la escala que se extiende a dos infinidades opuestas divididas por el eje de simetría:
lo malo ß | à lo bueno
Los rasgos marcados por los antónimos representan dos lados de una medalle. La aumentación de un rasgo en la escala de lo bueno y lo malo se vuelve la disminución del otro. Es decir las concepciones mejor y peor están vinculadas por las relaciones de conversión. De este modo el movimiento de cualquier punto por la escala puede ser denominado por dos procedimientos: por la aumentación o por la disminución de un rasgo. Tal estructura semántica es característica para los adjetivos paramétricos grande – pequeño, alto – bajo.
Haciendo la comparación evaluativa de diferentes situaciones su relación al eje de simetría no se toma en consideración, tienen en cuenta sólo su posición en la escala: el acontecimiento se considera mejor si se encuentra más a la derecha de la escala. La graduación de un complejo semántico se neutraliza por la disjunción de la comparación. De este modo los comparativos mejor y peor muestran la correlación de acontecimientos en la escala de lo bueno y lo malo pero no implicican su posición por una u otra parte del eje: mejor no quiere decir el grado comparativo del adjetivo bueno. Si uno, por ejemplo, dice: “Es mejor quemar la mano que firmar este documento” eso no sinifica que es aficionado a quemaduras. De misma manera el comparativo peor no implicica que se trata de una situación negativa. Se puede decir: “Está bien ser chófer, pero es peor que ser doctor” o “Está mal ser doctor, pero es mejor que ser chófer”. La preferencia determina la opción pero no tiene enlaces necesarios con las nociones de lo bueno y lo malo.
Entonces, “ser mejor” es un concepto compatible con “ser mal”. Se puede ser peor sin cesar de ser bueno. Y aun más se puede ser el mejor sin ser bueno. Cuando en una tienda el dependiente le dice que se han quedado sólo las mercancías defectuosas, Usted elige el ejemplar mejor del número de los peores. La noción “bueno” se determina por la relación a la norma, las nociones “mejor” y “el mejor” por la presencia, por el surtido real. El positivo establece una relación del objeto al contraste, miéntras el comparativo establece la relación entre los objetos reales en la cual la noción del estándard puede ser eliminada. Un razonamiento práctico que está orientado a aclarar lo que está mejor tienw lugar en una situación real (no en la situación normativa). Bueno siempre es bueno, pero lo mejor puede ser mal. Se hace bueno en proceso de perfección (no degradación). En los “Diálogos” de Platón Kebet pregunta a Sokrat: “¿Si algo se hace peor no es de lo mejor?”. Y Sokrat contesta: “Claro que sí”. Las dos palabras evaluativas tienen forma del grado comparativo. Efectivamente “peor” deriva de algo mejor, pero no obligatoriamente de “bueno”.
Las parejas de antónimos que se refieren a las características síquicas de una persona (tonto – inteligente, cobarde – valiente, avaro – generoso) son asimétricas ya que el comparativo del segundo miembro tiene el significado relativo es decir da un parámetro correspondiente, y el comparativo del primer miembro tiene significado absoluto. Se puede decir “ Pedro es tonto (cobarde, avaro), pero es más inteligente (más valiente, más generoso) que Juan”. Pero no se dice “Pedro es inteligente pero más tonto que Juan”. Las formas “más inteligente”, “más generoso”, “más valiente” determinan relación en cualquier parte de la escala, miéntras las formas “más tonto”, “más cobarde”, “más avaro” determinan ralación sólo en límites de la tontería, cobardía y avaricia conformemente.
Paralelo al significado relativo propiamente dicho, las palabras mejor y peor pueden señalar la relación entre los acontecimientos en límites de lo bueno y lo malo, es decir, pueden guardar enlace con predicados iniciales. Cuando las condiciones contextuales dejan de mostrar la relación del comparativo con el eje de simetría la característica axiológica de las situaciones comparadas se hace impoisible. Compárense: Se hizo peor que antes y Se hizo mejor que antes. De estas declaraciones no se puede hacer conclusiones sobre la evaluación general de los estados comparados. Así pues el significado de los comparativos de la evaluación general tiene el fundamento relativo.
Ninguno de los sinónimos de las palabras de evaluación general bueno y malo forma el complejo íntegro de graduación. Son así llamados “señeros escalares” dentro de los cuales no existe la relación de conversión. Por eso el grado comparativo de las palabras maravilloso, excelente, magnífico no pueden tener matiz negativo. No se puede decir menos maravilloso, menos excelente o menos magnífico, aunque la variante más maravilloso, más excelente, más magnífico puede ser usada.
La pareja fija de antónimos bonito – feo que expresa la evaluación parcial (estética) tampoco forma un complejo de escala ya que ser menos bonito no significa ser más feo como más feo no sinifica ser menos bonito. La conversión de más bonito es menos bonito y la de más feo es menos feo.
Los datos expuestos más arriba evidencian que entre las palabras de evaluación general la pareja “bueno – malo” tiene el lugar especial. Estas palabras denotan el parametro axiológico del objeto, miéntras sus sinónimos no pertenecen al grupo de palabras paramétricas; estas palabras no se agrupan en parejas que pueden ser consideradas microsistemas. Los grados expresadas por ellas se refiéren más a las emociones humanas que a los rasgos de un objeto.
Haciendo confrontación de los acontecimientos en primer lugar se presta atención a las oraciones en las cuales los comparativos (de modo mejor o peor) juntan las preposiciones o sus equivalentes. De este modo los comparativos desempeñan el papel de la cópula preposicional que se junta a la palara evaluativa en función de operador modal o sea el predicado. La transformación del predicado en la cópula preposicional es la consecuencia de la transaformación en el grado comparativo que descubre la segunda valencia sintáctica del predicado: Está bien ser feliz (Ser feliz está bien) à Es mejor ser feliz que rico (Ser feliz es mejor que ser rico).
La autonomía relativa semántica de preposiciones es el rasgo de la cópula axiológica preposicional: Es mejor estudiar que ir al concierto. Este rasgo aclara que no cada combinación de la evaluavión general con significado preposicional corresponde a la función del operador modal. En las oraciones de tipo Está bien bañarse en el mar, Está bien trabajar en el campo no está expresada la evaluación general sino la parcial (de sensor). La palabra “bien” aquí corresponde a tales nociones como “alegre”, “agradable”; “mal” tiene significado de “triste”, “inagradable” etc. Estas voces denotan estado físico o síquico de una persona como rewsultado de alguna acción o proceso. La palabra evaluativa “bien” puede usarse también en el grado comparativo pero no en función de cópula preposicional propiamente dicha. Se puede decir Está bien bañarse en el río pero está mejor bañarse en el mar; Es mejor (más agradable) bañarse en el mar que en el río. Pero si las valencias del comparativo se sustituyen por preposiciones heterogéneas su sinificado se cambia. En las oraciones Es mejor bañarse en el mar que jugar al fútbol; Es mejor bañarse que no bañarse el comparativo no expresa la evaluación de sensor sino muestra la preferencia de pasatiempo. El significado sensor que tiene la palabra “bien” en general rara vez pasa al comparativo.
Para ver más claramente la diferencia entre operador modal y categoría de estado será barstante comparar las oraciones: 1) Está bien ir a bosque para recoger setas y 2) Será bien ir al bosque para recoger setas ahora. La primera oración puede estimular la réplica: “Y aún mejor está recoger flores”, miéntras la segunda puede provocar la contrapropuesta: “Pero será mejor ir a la playa”. Aunque en ambas oraciones bien forma el fundamento predicativo de la oración, la diferencia funcional entre las palabras evaluativas se manifiesta en lo que en el primer caso bien lleva el acento lógico y en el segundo se distingue la preposición (la construcción con infinitivo) o uno de sus miembros. La palabra evaluativa no se acentúa y hasta puede ser omitida: Sería bien ir al bosque àIría al bosque. Como consecuencia de eso el infinitivo que adquiere significado de deseablidad se hace base gramática de la oración. La diferencia entre el significado sensor y el de evaluación general de la palabra “bien” se revela en elección del infinitivo. El “bien” sensor se combina con infinitivo imperfecto de acción o estado procesual, mientras el operador axiológico de la oración 2 se combina con el verbo perfecto de la acción futura. El infinitivo en 1 puede ser sustituído por la oración subordinada de tiempo (Está bien cuando vas a bosque para recoger setas) y el en 2 puede ser sustituído por la oración subordinada de condición (Sería bien si fueramos al bosque). La cópula preposicional pasa a “bien” en 2: Es mejor ir a bañarse en el río que ir al bosque. La transformación del operador modal en cópula preposaicional lleva consaigo los cambios de significado esenciales que se expresan en la relativización de su significado. La indicación a la relación de cada uno de los acontecimientos evaluados al eje que divide loi bueno de lo malo se sustituye por la indicación a su localización en la escala axiológica.
La palabra de la evaluación general “bien” tiene una serie de sinónimos (excelente, maravilloso, magnífico). Pero no siempre estas palabras pueden sustituir la palabra “bien” en función de operador axiológico. Así, por ejemplo, se puede decir Sería bien (excelente, magnífico, maravilloso) ir al bosque. Pero el comparativo de la palabra “bien” – “mejor” no puede ser sustituída por ninguno de los sinónimos.
Entonces el comparativo evaluativo expresa la función de cópula preposicional. La relación de preferencia no es reflexiva (no se puede preferir una situación a ella misma), es asimétrica y la preferencia se realiza consecutiva y transitivamente (si A es mejor que B, B es mejor que C, entonces A es mejor que C). Pero esta relación tiene posibilidades de conversión limitadas. Los comparativos “mejor” y “peor” pueden ser considerados conversivos sólo en límites del sistema léxico del idioma pero en el habla. De primera vista se puede descubrir diferencias en sudistribución. Se puede decir Es mejor ser feliz que rico pero no se dice Es peor ser rico que feliz. Se puede decir Mejor que lo hagas tú que yo, pero no Peor que lo haga yo que tú.
La conversión presupuesta de relacines no se realiza cuando se trata de comparativos de evaluación general dándose la circunstancia de que el número de las palabras con las cuales se combina la voz “mejor” supera mucho el número de vocablos que pueden ser combinados con la palabra “peor”. La asimetría del uso de “mejor” y “peor” es la consecuencia de adentrar la comparación axiológica en el mencionado más arriba contexto pragmático, en particular de nexos con alternativa y opción que puede ser marcado por el comparativo “mejor”, pero no “peor”. El “mejor” tiene matiz didáctico positivo. El pone en foco lo que hace falta preferir pero no lo que sea mejor evitar. Las prescripciones son opuestas a las prohibiciones. Prohibición no presupone alternativa. Aquí lo malo se opone a ausencia de lo malo. Recomendación por lo contrario da una instucción positiva. La confrontación evaluativa es prescripción en condicines de alternativa. Se refiera a las situaciones en las cuales prescripción no es obligatoria y da a uno libertad de optar.
La parte positiva de la confrontación evaluativa forma rema de la oración y al mismo tiempo ocupa la posicón inicial. Eso puedse ser explicado por imaginar la recomendación como respuesta a la petición de consejo. La respuesta se puede iniciarla con lo que es mejor. En general se puede limitarla sólo con la parte positiva, pero la circunstancia que en el texto de juicios generales no figura la pregunta nos hace expliciar ambos términos de comparación , ambas alternativas. Ahora se hace más claro porque la parte negativa de una recomendación no puede ser rewma de la oración ya que la presupuesta pregunta se basa en lo que es mejor no peor. No está en nuestras intenciones obrar como es peor.
Entonces el comparativo “mejor” tiende a la posición inicial. En serie de casos esta posición es optimal o fija en otros casos es arbitraria. En la posición inicial “mejor” es el signo de preferencia, opción o causación de una opción (acción, consejo). Para el “mejor” inicial (que en español va acompañado por el verbo copulativo ser) son característicos los siguientes contextos. 1. Combinación con ininitivo: Es mejor pensar antes que obrar. El comparativo guarda la función de la base predicativa de la oración y puede tener forma de potencial simple o futuro de indicativo: Sería mejor no enterarse en la cosa. Será mejor estudiar más. El infinitivo puede ser sustituído por la oración subordinada de condición: Sería mejor si lo hagas tú. Cuando se trata de acciones pasadas la oración pierde su simería geométrica puesto que lo real se compara con lo irreal a que se da preferencia. La declaración expresa desaprobación o lástima causado por la opción incorrecta. 2. Combinación con la forma personal del verbo en futuro: Mejor iré yo que tú. 3. Combinación con imperativo: Mejor vete a casa que estar aquí. En uso del segundo y tercer tipos “mejor” se disminuye su papel de de base predicativa de la oración y función de cópula predicativa. La palabra “mejor” puede intoducirse en medio de la oración pero no puede encontrarse entre dos preposiciones: Mejor iré solo que con ella. Iré mejor solo que con ella. Pero no Iré solo mejor que con ella. El comparativo “mejor” adquiere la autonomía restringuida por límites de la primera parte de la oración. Dicconarios cualifican el “mejor” autónomo como adverbio que sirve para intensificar la exhortación, petición o impulso.
Designando la idea de opción claro que el comparativo “mejor” se combina con el futuro e imperativo. Pero también puede combinarse con el pasado irreal dándose la circunstancia de que no se une con el tiempo pasado del indicativo. Es imposible decir Mejor lo hice yo que (lo hicieras) tú. Pero es admisible la variante Mejor lo hiciera yo que tú.
De esta manera el “mejor” inicial se usa en unas situaciones determinadas. Puede combinarse con infinitivo, futuro y subjuntivo que se refieren al futuro o al pasado.
Cuando se trata de toma de decisión la noción del subjeto de preferencia puede combinar en sí la indicación al subjeto de opinión o subjeto de la acción. Tal unidad es natural ya que un hombre siempre trata obrar del modo mejor. No obstante en las oraciones de preferencia el significdo de subjeto del juicio predomina. Puede tratarse sólo de una acción potencial, de un proyecto pero no del cumplimiento. Eso diferencia el uso del comparativo “mejor” del positivo “bien”. Se puede decir Está bien que he llegado, pero no se dice Es mejor que he llegado que si no haya llegado. Aún más, “bien” con preponderancia expresa postevaluación y el “mejor” suele expresar la preevaluación. El positivo “bien” tiende a la retrospección mientras el comparativo “mejor” tiende a la prospección. El primero se refiere al pasado y el segundo al futuro. En este sentido el uso de “bien” y “mejor” no se correlaciona.
En la posición intermedia “mejor” se usa en los juicios que establecen una jerarquía de valores: Felicidad es mejor que riqueza, mientras localización del comparativo en inicio de la oración implicica una recomendación: Es mejor que seas pobre y honrado que un ladrón rico.
La palabra “peor” en la posición inicial se usa en forma de expresiones “Lo peor es que...” o “No hay nada peor que” a las cuales siguen términos de comparación puesto que se trata del superlativo: No hay nada peor de que hayamos tardado. Lo peor es que siempre vengo tarde. Tal empleo del “peor” corresponde al superlativo “Lo mejor es que”, “No hay nada mejor que”: No hay nada mejor que tomar baños de sol en las playas de España. Lo mejor es que me guste mi trabajo.
Las oraciones con la posición inicial fija que señala del signigicado de preferencia no se convierten. Es lógica la ausencia del antónimo del verbo “preferir” que no sea su conversivo ya que “impreferencia” de un término de relaciones se vuelve la preferencia del otro.
El comparativo “peor” no se combina con imperativo ni con las formas personales del verbo. Es incompatible con consejos o recomendaciones pero puede formar parte de una declaración-advertencia: Se hará peor si no visites al doctor.
Con más frecuencia “peor” en la posición intrermedia se emplea en los juicios generales que consisten de dos sustantivos o de dos infinitivos: Vino es peor que agua. Tal vida es peor que muerte. Trabajar es peor que descansar.
Pero en los juicios generales el empleo del comparativo “mejor” tiene gran preeminencia ante el uso de la voz “peor”. Eso se puede explicarlo por la tendencia de muchos juicios a rectificación de costumbres y caracteres.
De este modo, aunque en la vida lo malo es mucho más multifacético, correspondiendo a las posibilidades ilimitadas de desviarse de la norma, en el habla el uso del comparativo optimístico “mejor” supera mucho el uso del comparativo “peor”. Eso se explica por los esfuerzos de hombres de tener la vida sabia y virtuosa y poner a los demás en el camino de la verdad. En resumen los nexos sistemáticos de las palabras “bien” y “mejor” por una parte y “mal” y “peor” por otra parte que se sienten no sólo por los gramatistas sino también por los hablantes de la lengua no determinan nada el uso real de estos vocablos. Lo último se somete a los factores de la vida.
Analizando formas de la comparación axiológica hace falta poner de relieve sus funciones comunicativas.
La evaluación puede referirse a los acontecimientos pasados, al futuro y a las situaciones abstractas.
La evaluación comparativa de lo pasado o de lo existente ya no puede tener fuerza comunicativa que actuve activamente. No obstante está vinculada con determinadas situaciones e impulsos sicológicos. Son por ejemplo el deseo de entender las leyes de la vida (Con todo y con eso es mejor solucionar problemas de una tirada que vacilar), aprender en sus propias faltas (Mejor selo diría todo), consolarse (Pudiera resultar mucho peor), sensación de desgracias extremas (¡No hay nada peor!), deseo de superar todas las dificultades o extraer fuerza de la debilidad (¡No es lo peor que pueda pasar en la vida!) o lástima de las posibilidades perdidas (Habría sido mejor si lo hubiera llamado), justificación (¿Por qué has mentido? - ¿Crees que sería mejor afligir a los padres?).
Cuando se trata de las acciones futuras en primer plano se pone el comparativo "mejor" que contiene en sí la idea de preferencia y de las derivadas intenciones o consejos. El comparativo positivo se usa en el habla prescriptivo que no consigue la fuerza de un mandato, es decir, deja al hablante la libertad real o imaginaria de decisión. Aquí "mejor" adquiere determinada autonomía sintáctica (Mejor callarías. Mejor no lo hagas).
Paralelo al uso de la comparación evaluativa en las situaciones concretas (pasadas o futuras) se emplea también para expresar juicios generales sobre la jerarquía de valores: "Mejor infierno contigo que paraíso sin tí".
Existe también la categoría de oraciones el significado de las cuales consiste en caracterización (a veces figurada) de un acontecimiento. Tales oraciones tratan de la opción imaginaria, irreal. Para representar imposibilidad de algún rumbo de desarrollo de acontecimientos el hablante informa sobre la preferencia de algo malo extremo: Para mi sería mejor matar al agraviador que soportar sus ofensas.
En oraciones de este tipo el acontecimiento caracterizado (el tema de lo comunicado) se figura como rechazado. La situación preferida se elige según el indicio de su negatividad extrema. Aquí domina el principio de " preferencia perversa". Aunque la perversión se queda sólo verbal. En las oraciones de "preferencia perversa" se realiza comparación de situaciones. Por su significado son análogas a las comparaciones propiamente dichas: Es mejor comer pan y cebolla que vivir con la mujer mala. Si una mujer pariría sólo serpientes venenosas fuera mejor que si daría a luz hijos ingratos.
A medida que la comparación evaluativa sustituye a la figurada en la posición de lo preferido se encuentra en vez de la situación evidente conveniente sino algo completamente malo. Se hace trivial la formula "mejor morir": Mejor morir que casarme con él. Mejor morir que vivir así.
La parte práctica: léxico de evaluación subjetiva en las obras del Siglo de Oro
Las obras de la literatura española del Siglo del Oro abundan de léxico de evaluación subjetiva. Son, en primer lugar, las obras prosaicas de Cervantes, Quevedo y Gracián y las de teatro español representado por Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca y otros. Los ejemplos del léxico de valor evaluativo se puede encontrar también en la poesía de Góngora, Quevedo y Lope de Vega aunque su número cede ante el que observamos en las novelas y piezas de teatro.
Lo subjetivo se manifiesta a través del uso de tropos, palabras con el matiz evaluativo “bien”, “mal” y sus derivados “bueno”, “malo”, “mejor”, “peor”, palabras “más”, “menos”, adjetivos, incluyendo los usados en grado comparativo y superlativo, verbos “parecer”, “tener por”, “creer” y otros.
La subjetividad aparece en cualquier conversación cuando se chocan dos opiniones:
Ésta debe de ser, sin duda, la gitanilla hermosa que dicen que anda por Madrid.
Ella es – replicó Andrés - , y sin duda es la más hermosa criatura que se ha visto.
Así lo dicen – dijo Preciosa, que lo oyó todo en entrando - ; pero en verdad que se deben de engañar en la mitad del justo precio. Bonita, bien creo que lo soy; pero tan hermosa como dicen, ni por pienso.
¡Por vida de don Juanico, mi hijo – dijo el anciano – que aún sois más hermosa de lo que dicen.
Como mencionamos más arriba la evaluación es inseparable de la comparación. Nosotros dividimos lo bueno de lo malo, lo delicioso lo contraponemos a lo desabrido, lo inagradable a lo agradable. Los objetos de la comparación evaluativa pueden ser tanto cosas como sus cualidades, situaciones, acontecimientos y estados: También puede ser loco bien vestido como mal vestido. Cuando tronaba temblaba como un azogado y se salía al campo. ¿Qué me queréis, muchachos porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas? Decía que las lenguas de los murmuradores eran como las plumas del águila. El infante es como oro. “Maestro, siéntese aquí, maestro, pásese allí, echaos acá, pasaos acullá”, así lo haré como el más doméstico y enseñado perro que salta por el rey de Francia. La alzaron en peso, como a catedrático. Después que le unté, ronca como un animal. Determino de jurar como católico y buen varón. Somos doncellas como las madres nos parieron. Quien ha visto banda de palomas estar comiendo en el campo sin miedo lo que ajenas manos sembraron, que al furioso estrépito de disparada escopeta se azora y levanta, y olvidada del pasto, confusa y atónita cruza por aires, tal se imagine que quedó la banda y corro de las bailadoras, pasmadas y temerosas, oyendo la no esperada nueva que Guiomar había traído. No hay águila ni ninguna otra ave de rapiña, que más presto se abalance a la presa que se le ofrece que nosotros nos abalanzamos a las ocasiones que algún interés nos señalen.
Observamos que los medios léxicos de comparación son muchísimos. Entre los más usados se puede nombrar tales elementos como “más”, “menos”, “tan” y las conjunciones “que” y “como”: “Y sacó de la faltriquera tres reales de a ocho, que repartió entre las tres gitanas, con que quedaron más alegres y más satisfechas que suele quedarse el autor de comedias, cuando ben competencia de otro, le selen rotular por las esquinas: “Víctor, Víctor”. Y fui el que, como el gusano de seda, me fabriqué la casa donde muriese. Lo quiro más que a las telas de mi corazón. La ciudad tiene casas engastadas, como diamantes en oro. Como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad. Más quiero ir suelto que obligado. Una bala de un francés tendré por menos agravios que escuchar de vuestros labios, "No pongáis aquí los pies".
Conciencia tan escrupulosa más es de religioso que de soldado. Eres paloma sin hiel, pero a veces eres brava como leona de Orán o como tigre de Ocaña. ¡ Si viese un hombre venir un león, ¿ no es más cordura darle la espalda segura que no quererle seguir? Que los ojos del pavón no se igualan a mis celos, ni las luces de los cielos como mis cuidados son. No hay cosa que más me venza que una honrada cortesía. No he visto cosa más rara que las décimas que dijo con tales afectos Arias. Volvió como atontado.
Otro medio que se encuentra en las obras analizadas es el uso del adverbio “antes”: Antes pienso irme con ella (virginidad) a la sepultura y quizá al Cielo, que ponerla en peligro que quimeras y fantasías soñadas la embistan y manoseen. Antes yo sería casada con una sotomía de muerte que contigo.
Eres antes ángel que gitana.
El mismo significado adquiere en las oraciones comparativas el numeral “primero”: Primero me vea yo comidade adivas estas carnes, que me ha parado de la manera que ahora veréis. El músico primero murmura que canta.
A menudo la comparación se realiza a través del empleo de las formas “mejor”(de “bueno”) y “mayor”(de “grande”) : Cuando hay un toro furioso y sin resistencia humana, ¿ no es mejor una ventana que espada y capa en el coso? Cuando un juez está airado, ¿ no es mejor estar seguro por el extranjero muro o por el propio sagrado? Cuando hay un pleito que en él se pueden dos concertar, ¿ no es mejor que no aguardar una sentencia cruel? Mejor debo de ser imaginado. La presentó a la dueña que la recibió con mayor alegría del mundo. Por mayor ventura tengo ser honesta que hermosa.
Los adverbios “bien” y “mal” se usan con preponderancia en las declaraciones que expresan actitud del hablante hacia algún hecho, acción o juicio: Muy bien habéis hecho en empedrarla, porque se pueda pasear.No es bien que quede asentado debajo de signo de escribano. Muy bien harás, hija, y mira no seas miserable. Bien dice la madre Pipota. ¡Qué bien está en la cuenta el señor! Él hizo bien a darse prisa a morir antes que el verdugo se sentara sobre él. Bien y rebién ha dicho señora Marialonso. Bien me parece eso (Cervantes).
DAMA2: ¡Qué bien Amarilis habla!
DAMA1: ¡Qué bien se viste y se toca!(Lope de Vega).
El adverbio “mal” se usa en el contexto parecido: Mal hiciste, amigo Carrizales, al ocultarlo. ¡Mal año para piñones mondados que más blancos ni más lindos sean!
También “bien” y “mal” aparecen antipuestos a los participios: bien vestido, mal educado, bien dicho, mal tratado.
Además, la palabra “bien” figura en significado de “muy” o “completamente”: Bien seguro estoy, padres y señores míos, que no será menester traeros testigos para que me creáis(Cervantes).
Muy a menudo para evaluar un hecho o una persona se usan también los adjetivos “bueno” y “malo”: buenas gentes, buenos mancebos, muchachos de buena gracia, buen consejo, buenas intenciones, dueña mala, tierra mala.
Él es tan bueno que no reparará en juramentos. ¡Buena comedia! Del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número. Ningún camino hay malo como se acabe, si no es el que va a la horca. Los escribanos han de ser libres y no esclavos, no bastardos ni de ninguna mala raza nacidos. Son de buena vida y fama temerosos de Dios y de sus conciencias;
- ¿Tan malo es ser poeta? – replicó Preciosa.
- No es malo – dijo el paje – pero el ser poeta a solas no tengo por muy bueno(Cervantes).
A menudo el adjetivo “bueno”, situándose en anteposición del sustantivo de género masculino, se encuentra también en su forma reducida “buen”:
MARTÍN: (Aparte a JUAN.) ¡Buen mozo!
JUAN: (Aparte a MARTÍN.) ¡Buen talle! (Lope de Vega)
Cuando una declaración presupone la confrontación evaluativa muy frecuentamente se realiza a través del uso del comparativo “mejor” y su oposición axiológica “peor”. “Mejor” tiene matiz didáctico positivo, y “peor” conformemente lo tiene negativo. Compárense: Es la mejor posada en toda Valencia. Aun si quisieras no encontrarías nada peor.
Observamos que el comparativo “mejor” se emplea para evaluar tanto los hechos como los objetos: Yo le respondí que mejor fuera haberla dado de manera que les quitara de aquel trabajo, pues con esto le tuvieran a él por juez recto y acertado. Preguntóle uno cuál era la mejor tierra. No pregunto eso sino que cuál es mejor lugar: Valladolid o Madrid. Mejor fuera que se la hubiera comido, si acaso es celosa.
Cuando se trata de confrontación evaluativa la oración puede desplegarse según el modelo: “por... estimamos...”: Por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros viejos de Flandes, los que de la Naturaleza en estos levantados riscos y nevadas peñas, tendidos prados y espesos bosques que a cada paso a los ojos se nos muestran.
Además de “bueno” y “malo” lo subjetivo puede ser expresado también por otros adjetivos. Desde punto de vista de la estilística la mayoría de estos son epítetos. Los epítetos sobran en todas las obras analizadas tanto prosaicas como poéticas: aceda respuesta, fines y famosos campos, día caluroso, maravillosa abundancia, magnífica grandeza, verdaderos amigos, cachas amarillas, amargas y piadosas lágrimas, discretas razones, infinitos besos, gran pecado, agradable condición, arriero enojado, naipes falsos, estancia oscura, luz escasa, sustos demasiados, buen consejo, las esperanzas más secas, rostro descolorido, rica joya, honestidad hermosa, dulce nombre, fuego vivo, afeitado rostro, señales claras, casa llana, brazos abiertos, grande regocijo, inllevable trabajo, papeles mugrientos y medio rotos, valle pequeño,verdaderas maravillas, viuda rica, espiritillo fantástico, oficio muy peligroso, dulces días, armas invencibles, gitano caritativo, camisa ancha, cielo abierto, podereosa fuerza, susto mortal, amores agudos, noche fría, luces bellos, costales pequeños, limpios o nuevos.
Los epítetos pueden anteponer al sustantivo (abatido oficio, divino ingenio, libre y ancha vida, gran poeta, adolorido estudiante, tierno amante, largo camino, rústico y disforme bárbaro, buenos mancebos, profunda y larga reverencia, provechoso documento, famosas aceitunas, virtuosa compañía, buena plática, marítima casa,grandes pecados, notable habilidad, rubios cabellos, espléndida comida, breve discurso, fresco río, apacibles calles, diversas tierras, largas peregrinaciones, negro viejo, liberal yerno, sagaz perturbador, ligero sueño, pesado sueño, solemne juramento, amarga vista, maldita dueña, dulce enemiga, sosegada voz, pestífera dueña, grandes gritos, atrevidos pretendientes, noble cabeza, rigurosa sentencio) y postponerlo (hombres muy honrados, voz sútil y quebradija, muchacho hábil, imagen devota, ojos hundidos, zapatos anchos, espada corta, las manos cortas, los dedos gordos, las uñas hembras y remachadas, los pies descomunales, hábito honroso, mancebo flaco, criada fiel, hombre desalmado, obra digna, buenas gentes, famosas aceitunas, un religioso muy gordo, caballero calificado y generoso, oficio libre, agua bendita, hombre digno, oficial famoso, hombre atrevido, presencia agradable, voz hueca y espantosa, labrador pobre, cosas gustosas, cántaro desbocado, sala baja, arca grande, amos corteses y liberales, hombres discretos, amigo triste, hombre tierno, viento blando y próspero, pasajero pensativo, fuego lento, padres nobles, esclavas blancas, condición llana by agradable, gente baldía, atildada y meliflua, sones alegres y regocijados, silencio extraño, determinación honrosa, cristianos viejos, caballero mentiroso.
Para dar un ejemplo citaremos la descripción de Roma hecha por Quevedo: despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, rotos arcos y derribadas termas, magníficos pórticos y anfiteatros grandes, famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos mártires que en ellas tuvieron sepultura.
Cabe mencionar que no sólo adjetivos pueden usarse como epítetos sino también sustantivos y participios: muchachos de buena gracia, pero descosidos, rotos y maltratados; pie de nieve y de marfil, llenos de color labios.
Gran número de epítetos encontramos usados en descripciones de la belleza de la mujer: blanca paloma, preciosa perla, dulce regalo mío, corona del donaire, honor del brío, bella gitana, frescor de la mañana, céfiro blando en el ardiente estío; rayo con que Amor ciego convierte el pecho más de nieve a fuego; fuerza que así lo hace, que blandamente mata y satisface.
Podemos ver que en las obras del Siglo de Oro las mujeres se idealizan: tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jasmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y alalia; y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza.
De la protagonista de la novela de Cervantes “Gitanilla” Preciosa se dice que es la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama... Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos. La llaman “niña de oro, y niña de plata, y niña de perlas, y niña de carbúnculos, y niña del cielo”. De Constanza, otra heroína cervantina se cuenta que es dura como un mármol, y zahareña como villana de Sayago, y áspera como una ortiga; pero tiene una cara de pascua y un rostro de buen año: en una mejilla tiene el sol, y en la otra la luna; la una es hecha de rosas, y la otra, de claveles, y en entrambas hay azucenas y jazmines.
En la pieza de Lope de Vega “¡Ay, Verdades que en el amor...!” Juan describe a Celia como la bizarra mujer, la ninfa de Madrid, la dulce señora “de ojos bellos que en ellos copió su misma hermosura”, que tiene “dientes como perlas y labios como corales”. De ella dice: “Es mi señora muy linda para que tú la desprecies; muy rica para buscarte, muy noble para quererte”.
Como se conoce los adjetivos en español tienen grados de comparación: el grado comparativo y el grado superlativo. Los adjetivos usados en los grados de comparación siempre dan a los juicios un matiz subjetivo. De ejemplo del uso de los adjetivos en grado comparativo podemos citar tales oraciones: No hay gente más dañosa a la república que ellos. Acordó de buscar otros modos a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus ordenes. Llegó a Amberes, ciudad más maravillosa que las que había visto en Italia. Con esta dádiva quedaron más blandos que unas martas. Yo abrazado de la mujer más tibia que ha tenido amor entre los hielos del olvido.
El grado superlativo de adjetivos se expresa a través de adición de “el más” o “la más” o de sufijos -ísimo, -ísima. Por ejemplo: Mozos sois vosotros de la más ruin canalla que sustenta la tierra. Los muchachos, que son la más traviesa generación del mundo... Era el más celoso hombre del mundo. Y en el pajar se enterraba hasta la garganta, diciendo que aquella era la más propia y más segura cama que podían tener hombres de vidrio. Era el hombre más cuerdo del mundo. Vio el árbol preciosísimo. Obra digna del altísimo y profundísimo ingenio. Selo puso en las manos de la devotísima vieja. Daremos luego noticia a esta felicísima y abogada confraternidad. Todas eran damas riquísimas en extremo. Arrimóse un día con grandísimo tiento....todo lo cual era de grandísima satisfacción para el celoso marido. Os hago de saber que tengo grandísima gracia de enseñar. Quedó contentísimo el negro. Son tales que no hacen otro mal ni daño si no es provocarle a sueño pesadísimo. Si me dan cuatro cuartos, les contaré un romance lindísimo en extremo... Se fue contentísimo; hasta los gitanos le quedaron aficionadísimos... Puesto que hermosísima era la doncella.... cosas que ellos tuvieron por merced señaladísima... La vieja sacó tres hogazas blanquísimas de Gandul. Llegaron a la hermosa y bellisima ciudad de Génova. Pesar grandísimo. Respondió espontáneamente con grandísima agudeza de ingenio. Dejó fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado.
“más”, además de los casos mencionados más arriba, se usa también conservando su valor evaluativo con otras partes de la oración (sustantivos, verbos): Él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos. Más vinos nombró el huesped, y más le dio que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco. Callaremos más que si fuésemos mudas. Era la que con más ahínco mostraba desear su entrada. Carrizales duerme más que un muerto. Había dado al mundo más de lo que debía. A todos les respondió con más entendimiento, por ser hombre de vidrio y no de carne.
Muy frecuentemente los nombres adjetivos van acompañados por los intensificador “tan”: Otro día volvería con su manada a dar contento a aquellos tan liberales señores. No somos tan ignorantes. Nunca inventaron mejor genero de música, tan fácil de aprender, tan mañera de tocar, tan sin trastes, clavijas ni cuerdas, y tan sin necesidad de templarse. La cara la tenía tan pequeña, que era imposible de toda imposibilidad caber en ella cuchillada de catorce puntos. Le sobresaltaba un tan gran miedo, que así se le desperetaba y deshacía como hace a la niebla el viento. Vivía en ella la gente tan perniciosa y tan bcontraria a la misma Naturaleza. Fue el viaje tan próspero, que sin recibir algún revés ni contraste llegaron al puerto de Cartagena. Propuso en sí de aconsejar a su compañero no durasen mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan libre y disoluta. Le vieron en tan diferente hábito... Viéndose tan falto de dineros se acogió al remedio a que otros muchos perdidos se acogen. Hasta ahora no he sido tan necio ni tan venturoso. No he sido tan necio que diese un poeta malo, ni tan venturoso que haya merecido serlo bueno. Del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número. Era tan de mañana, que apenas tuviese la luz lugar de verlas. No se vio monasterio tan cerrado, ni monjas más recogidas, ni manzanas de oro tan guardadas. Se puso unos vestidos tan rotos y remendados que ningún pobre en toda la ciudad los traía tan astrosos. En menos de quince días os sacaría tan diestro en la guitarra que pusiésemos tañer sin vergüenza alguna en cualquier esquina. Con el romance dejó al negro tan contento y satisfecho, que ya no veía la hora de abrir la puerta. Cuando le vio con sus dos muletras, y tan andrajoso, y tan fajada su pierna, quedó admirado. Bebió con tan buen talante de la bota, que les dejó más fuera de sentido que la música. Hablóles también Loaysa, ofreciéndoles a su servicio con tan buenas razones, que ellas echaron de ver que no salían de ingenio de pobre mendigante. Tomó Loaysa la guitarra y cantó aquella noche tan extremadamente, que las acabó de dejar suspensas y atónitas a todas. Hombre soy yo por vida de mi padre, tan sencillo, tan manso y de tan buena condición, y tan obediente, que no haré más de aquello que se me mandare. Luego comenzó a dar el viejo tan grandes ronquidos, que se pudieran oír en la calle. Él es tan bueno que no reparará en juramentos. Aseguróle con otras cosas semejantes que el demonio le puso en la lengua, llenas de colores retóricos, tan demostrativos y eficaces que movieran no sólo el corazón tierno y poco advertido de la simple e incauta Leonora, sino el de un endurecido mármol. Preguntóle qué era lo que era lo que sentía, con tan tiernas y amorosas palabras como si fuera la cosa del mundo que más amaba. Venían sudando con la gota tan gorda, que era una compasión verlos entrar ijadeando y corriendo agua de sus rostros. Y hay de ellos tan comedidos, especialmente estos dos que de aquí se van ahora.
¡Por Dios, tan linda es la gitanilla, que, hecha de plata o de alzorca, no podría ser mejor!, Habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez..., Tomo licencia para responder a este tan enamorado señor. El novicio dijo que se holgaba mucho de haber sabido tan loables estatutos, y que él pensaba hacer profesión en aquella orden tan puesta en razón y en políticos fundamentos. Son tan diligentes y presurosos, que, a trueco e no perder la jornada, perderán el alma. Vuestra merced tiene un saludable oficio si no fuese tan enemigo de sus candiles. Se contenía tan extraordinaria locura como era de pensar que fuese de vidriose encerrase tan grande entendimiento que respondiese a toda pregunta con propiedad y agudeza. No soy tan frágil que me deje ir con la corrinte del vulgo.Vio a su tierno amante tan lindo y tan despejado ladrón. ¡Soy tan necia! Se enamoró de Andrés tan fuertemente que propuso de decírselo y tomarle por marido si él quisiese... de que quedó tan espantado Andrés y tan absorto, que no pareció sino estatua, sin voz, de piedra dura.... quedar viuda de tan gran ladrón como vos. No soy tan viejo que pueda perder la esperanza de tener hijos que me hereden. Tan mal sabéis mentir.Es tan santa y buena..., ...de tan corto ingenio que no alcance hasta dónde se extienden las fuerzas de la heremosura... Le preguntó como se llamaba y adónde iba, y cómo caminaba tan tarde y tan fuera de camino. Hermosas tiene Madrid que pueden y saben robar los corazones y rendir las almas tan bien y mejor que las más hermosasa gitanas. Cortado y Rincón se dieron tan buena maña en servir a los caminantes, que lo más de camino los llevaban a las ancas. Este tan grande embelesamiento dio lugar a Cortado. Conciencia tan escrupulosa más es de religioso que de soldado....para no perder la ocasión tan buena de viaje... Se hizo tan famoso en la Universidad por su buen ingenio y notable habilidad, que de todo género de gentes era estimado y querido.Detrás de él venía uno que estaba en tan buena opinión como el primero. Daba tan claras señales de su locura...le dio tan larga y profunda herida... Tenía tan feliz memoria que era cosa de espanto. Preguntéle que por qué había dado aquella tan cruel sentencia y hecho tan manifiesta injusticia.Tan pesada carga es la riqueza al que no está usado a tenerla ni sabe usar de ella. Vio a una ventana puesta una doncella, al parecer de edad de trece o catorce años, de tan agradable rostro y tan hermosa, que, sin ser poderoso para defenderse, el buen viejo Carrizales rindió la flaqueza de sus muchos años... Llegó a Sevilla tan lleno de años como de riquezas.
Los sustantivos, igual que adjetivos, pueden usarse con intensificadores. El papel de intensificador lo tienen adverbios “tal” y “tanto” con particularidad que “tal” tiene también la forma de plural “tales” y “tanto” puede tener además la forma femenina “tanta”. Los ejemplos del uso de sustantivos con el “tal” son siguientes: Alzó la mano y le dio un bofetón tal, que le hizo volver de su embelesamiento. La dotó primero en veinte mil ducados, tal estaba abrasado el pecho del celoso viejo....que estos tales hombres, y en tales casos, no han cometido la culpa cuando les viene el arrepentimiento. Si pudiera crecer su amor, fuera creciendo: tal era la honestidad, discreción y belleza de su Preciosa. ¿Qué diablos os trajo por aquí, hombre, a tales horas y tan fuera de camino? Tal la tenía el miedo, que verdaderamente creyó que se ahogaba. Veo ser gran lástima que se pierda una tal voz como la vuestra. Arrebató la guitarra y comenzó a tocar de tal manera, que todas las criadas le oyeron. Tales sones hizó, que dejó admirado al negro y suspenso el rebaño de las mujeres que le escuchaba. También sabéis con cuánta libertad la doté, pues fue tal el dote, que más que tres de su misma calidad se pudieran casar con pinión de ricas.
Para dar ejemplos del empleo del intensificador “tanto” citaré más escritores del Siglo del Oro: ¡No es mentira de tanta consideración! Muero por verme con el señor Monipodio, de quien tantas virtudes se cuentan. En Perú había granjeado tanta hacienda, trayéndola toda en barras de oro y plata. La satisfacción que le había dado Preciosa le parecía ser de tanta fuerza que le obligaba a vivir seguro. Me dio tantos azotes, que me dejó por muerta. Viendo que el traer tanto dinero no era sino para conquistar o comprar su prenda. Pero la hermosura de Preciosa aquel día fue tanta, que ninguna la miraba que no bendecía....le diero tanto que hacer, que a no salir sus compañeros sin duda lo pasara mal. Servía a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia, que parecía que sólo se ocupaba en servirlos. El daba tantas voces y hacía tales extremos, que movía a los hombres. No sé quién te pueda sacar músico con tanta breveda.
Se observa que “tanto” sirve no sólo para incrementar el significado de nombres sustantivos sino también puede postponer a los verbos: Ilustrábala tanto con su buen entendimiento, que no era menos famoso por él que por ella. Riéronse de esto Chiquiznaje y Maniferro, de lo cual se enojó tanto el Repolido que dijo...
Es muy interesante que el valor evaluativo puede concentrarse aun en los nombres propios de protagonistas: Pipota, Preciosa, La Gananciosa, la Gariharta, Monipodio, Licenciado Rueda, Repolido, Maniferro, Chiquiznaque, la Escalanta, Rinconete, Cortadillo, licenciado Pozo, Clemente, Lobillo, Ganchoso, Licenciado Vidriera, Montesfracón, Asperino, capitán don Fulano, secretario don Tal de don Tales, capitán Valdivia, Carrizales, Gandul.
Existe un grupo de verbos que sirven para expresar el subjetivismo de lo enunciado. Compárense: Este señor parece tan honrado y Este señor es honrado.Dentro de estos se puede nombrar los verbos “parecer”, “pensar”, “opinar”,“creer”, “tener por” y otros. El verbo que resulta más productivo es sin duda alguna “parecer”: No les pareció mal a los dos amigos la relación del asturianillo, ni les descontentó el oficio. Les pareció que la llevaban a sepultura. Le pareció que había acertado a escoger la vida mejor que se le pudo imaginar. Parecióles que miraban a un ángel. El tiempo parece tardío y perezaso a los que en él esperan. Le parecía que se estremecía y ella quedó mortal, pareciéndole que le había cogido en el hurto. Si acaso parezco vieja, corrimientos, trabajos y desabrimientos echan un cero a los años. Y si le parece que es mucho lo que s pide, considere que es much más que se aventura. Sola Leonora callaba, y le miraba, y le iba pareciendo de mejor talle que su velado. La plata de las canas del viejo a los ojos de Leonora parecían cabellos de oro puro. Su demasiada guarda le parecía advertido recato. La patria no me parece de mucha importancia decirla, ni los padres tampoco. Parecían unos angelicos. Vuestras mercedes escuchen un sonetillo que anoche hice, que, a mi pareceer, aunque no vale nada, tiene un no sé que de bonito. La admirable belleza de la ciudad en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas. Sus puentes, parece, que están mirando unas a otras. Nápoles es a su parecer la mejor ciudad de Europa y aun de todo el mundo. De Palermo le pareció bien el asiento y la belleza. No me parece mal remedio ése. Parecióle que su riqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable, su abundancia mucha, sus contornos alegres y toda ella digna de la fama que de su valor por todas las paretes se extiende. De perlas me parece todo eso. Bien parece que no se acuerda de aquel refrán... Vimos arimados a ella dos hombres, al parecer de buen talle. Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones. No le pareció a Andrés legítima esta declaración, sino muy bastarda. Hazme parecido bien. Pues en verdad que no parece vuesa merced del Cielo. Parecía de edad de cuarenta y cinco a cuarenta y seis años. Díjome que era pariente, y novio me pareció, que un pariente menos siente.
Otro verbo de este grupo que también se empleaen las obras analizadas muchas veces es “tener por”: Eran cosas que ellos tuvieron por merced señaladísima... Los vestidos fueron tantos y tan ricos, que los padres de la desposada se tuvieron por más que dichosos en haber acertado con tan buen yerno.
Es interesante que el mismo verbo “tener” usado con otra preposición, es decir, con la preposición “en” adquiere el sentido de “estimar, apreciar”: Y vámonos, abuela, que aquí nos tienen en poco.
Examinemos también los ejemplos del empleo del verbo “creer": No creo que haya otra, hijo. De los maestros de escuela creía que eran dichosos, pues trataban siempre con ángeles, y que fueran dichosísimos si los angelitos no fueran mocosos. De los pasteleros creía que había muchos años que jugaban a la dobladilla. De los titiriteros creía mil males: decía que eran gente vagabunda y que trataba con independencia de las cosas divinas.
A menudo se usa también ei sinónimo de este verbo “pensar”: Pienso que Celia es un gran casamiento, porque es muy rica y hermosa y de claro entendimiento. Agora pienso que Celia te adora. Por dicha piensan los señores que en Saboya merezco sus favores.
Otro verbo con el mismo significado es “opinar”: Opino que porque quien a muchas quiere a nadie puede querer. Opino que el Amor pisa las estampas de los celos. Opino que la Naturaleza es hermosa por ser varia.
A este grupo de verbos se puede atribuir también la expresión “cobrar fama”: Tú cobras fama de la mejor romancera del mundo. Por fin llegó a la ciudad que cobraba fama de la capital de pícaros sucios y gordos, vistosos oracioneros, esportilleros y mandilejos de la hampa.
En cuanto a nivel sintáctico se puede decir que, analizado el léxico de las obras del Siglo del Oro, se observa que el subjetivismo muy frecuentamente se expresa en las oraciones exclamativas: ¡Ahora sí es la risica!¡Ay, que bien haya esa gracia! ¡Ay, qué copete que tiene tan lindo y rizado! ¡Ay, qué blancura de dientes! ¡Mal año para piñones mondados que más blancos ni más lindos sean! ¡Ay, que ojos tan grandes y tan rasgados! ¡Y por el siglo mi madre que son verdes, que no parecen sino que son de esmeraldas!¡Extraño y triste espectáculo para losa padres, que a su querida hija y su amado yerno miraban! ¡Mal haya yo si más quiero que jures, pues con sólo lo jurado podías entrar en la misma sima de Cabra! ¡Notable error! ¡Gran ruido! ¡Todo el mundo no es bastante! ¡Qué dicha tendré si es ella! ¡Extraña gente! ¡Lástima me da! ¡Lástima es que esta mozuela sea gitana!
DAMA1: ¡Oh, qué gracioso entremés!
DAMA2: ¡Qué bien Amarilis habla!
DAMA1: ¡Qué bien se viste y se toca!
MARTÍN: (Aparte a JUAN.) ¡Buen mozo!
JUAN: (Aparte a MARTÍN.) ¡Buen talle!
INÉS: (Aparte a CELIA.) ¡Bravas plumas!
CELIA: (Aparte a INÉS.) ¡Bizarría tiene el belicoso traje!
MÚSICO1: ¿ Qué guitarra habéis traído?
MÚSICO2: La sonora portuguesa.
MÚSICO1: ¡Buenas voces!
MÚSICO2: ¡Extremadas!
Gran número de las oraciones exclamativas evaluativas se empiezan con la conjunción “que”: ¡Oué liviandad! ¡Qué traición! ¡Qué soldado tan galán! ¡Qué libertad tan grosera! ¡Oh qué donaire tan grande!¡Qué bien tocada venís! ¡Qué amor tan necio y cansado! ¡Qué descompuesta porfía! ¡Qué humildad! ¡Qué presto tras ellos viene! ¡Qué discreto fuego tiene para abrasar necios hielos! ¡Qué mal hace quien se atreve a dar por amor desdén, porque no es hombre de bien quien no paga lo que debe!¡Ay, Martín, qué necio he sido! ¡Qué desgraciado y perdido!
Un lunar tienes, ¡Qué lindo!
¡Ay Jesús, qué luna clara!
¡Oué sol, que allá en los antípodas
oscuros valles aclara!
Más de dos ciegos por verle
Dieran más de cuatro blancas...
Se encuentran también muchas oraciones que empiezan con el adjetivo “bravo”: ¡Brava vitoria, don Juan! ¡Brava arrogancia! ¡Bravo talle!¡Brava joya te ha enviado!
Otro elemento de intensificación aparece “éste sí que”: ¡Éste sí que se puede decir cabello de oro! ¡Éstos sí que son ojos de esmeralda!¡Éste sí que es juramento para enternecer las piedras!
CONCLUSIONES
Siglo de Oro es la época clásica o de apogeo de la cultura española desde la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija (1492) hasta la muerte de Calderón (1681). El punto más alto de este apogeo se encuentra en la obra de Miguel de Cervantes y Lope de Vega.
Fue un período de gran florecimiento político y económico en España, que alcanzó un gran renombre y prestigio internacional; durante esta época todo lo “nuevo” en Europa venía de España y era imitado con gusto y aplicación; se puso de moda saber la lengua española. Se desarrollan en especial la literatura, las artes plásticas y la música. El Siglo de Oro abarca dos periodos estéticos, que corresponden al Renacimiento durante el siglo XVI y al Barroco durante el siglo.
Axiologia, llamada también teoría de los valores, abarca, por una parte, el conjunto de ciencias normativas y, por otra, la crítica a la noción de valor en general.
Subjetivamente, el valor es el carácter que reviste una cosa al ser más o menos apreciada. Objetivamente, es el carácter de las cosas que merecen mayor o menor aprecio o que satisfacen cierto fin.
Valer y ser no se identifican en el proceso de la percepción humana. Percibimos muchas cosas que son, pero no por ello juzgamos que valen, más aún, nos dejan indiferentes. El valor es aquello que saca al sujeto de su indiferencia frente al objeto; por eso, el valor se funda en la preferibilidad. La noindiferencia es la esencia del valor. Tener valor no significa directamente tener más o menos realidad, sino no ser indiferente. Es precisamente esta característica del valor lo que va a plantear el problema central de la axiologia.
El valor es captado sentimentalmente. No se percibe el valor por la vía de un silogismo deductivo, sino de una manera inmediata en la que la capacidad de sentir de la persona se ve afectada. Hay un «orden del corazón» paralelo al «orden de la razón». El percibir sentimental no está unido exteriormente al objeto, ni aun de modo mediato a través de una representación o a través de un signo, como si el objeto fuera signo de algo más profundo.
EI valor es objetivo. El mismo hecho de que podamos discutir sobre los valores, supone que en la base de la discusión estamos profundamente convencidos de que son objetivos. Los valores se descubren, como se descubren también las verdades científicas.
Los valores son esencias o eidos. Quiere esto decir que los valores son independientes de las experiencias en que están inmersos. Esta esencia puede ser realizada por medio de la existencia, pero su modo específico de consistencia no se modifica por el modificarse de sus realizaciones existenciales.
Los valores son esencias «eternas e inmensas», por abarcar el espacio y el tiempo. Además son esencias «absolutas e inmutables»: los valores no cambian y no están condicionados por ningún hecho de naturaleza histórica, social, biológica o individual. Lo que vale una vez, vale siempre y de un modo uniforme: no valdrá más para unos que para otros.
El valor no es una relación, sino una cualidad. Es preciso distinguir entre el valor en sí y el valor para nosotros. Si hubiera valor sólo para algunos, entonces estarían constitutivamente en relación con el tiempo y con el espacio, cosa que ya hemos excluido.
La característica más importante de evaluación es la presensia de factor subjetivo que actúa reciprocamente con el objetivo. Una expresión evaluativa, aun si no se ve claramente el sujeto, sobreentiede la relación evaluativa entre sujeto y objeto. El aspecto evaluativo, como uno de los elementos de la estructura evaluativa, tienen los predicados axiológicos. Los predicados creer, opinar, pensar, parecer reflejan el caracter subjetivo de evaluación.
El componente subjetivo presupone la actitud positiva o negativa de sujeto hacia su objeto (a veces la representan en forma de relacion: gustar/no gustar, apreciar/no apreciar, aprobar/no aprobar) mientras el componente objetivo (descriptivo) toma como punto de referencia las cualidades propias de objetos o fenomenos a base de las cuales se evaluan.
P.Nowel-Smit divide los adjetivos en 2 grupos: grupo A (aptness-words) y grupo D (descriptive words). Los primeros indican que el objeto tiene unos rasgos que son aptos para despertar emociones y los segundos entran en descripción.
J. fon Wright propuso una clasificación de tipos de evaluación basada en tipos de objetos y semántica de combinaciones con la palabra "bueno". Él distingue las siguientes "formas de bienes": bien instrumental, bien técnico, bienes médicos, bien utilitar, bien gedónico, bienes de hombre.
Arutyunova divide los significados de evaluación parcial en 3 grupos que incluyen 7 categorías. El primer grupo lo forman las evaluaciones de sensor que se dividen en: gedonísticas, sicológicas entre las cuales se diferencian evaluaciones intelectuales (interesante, trivial, fascinante) y evaluaciones emocionales (alegre, deseado, agradable).El segundo grupo son evaluaciones sublimadas o absolutas: 1) evaluaciones estéticas basadas en síntesis de las de sensor y sicológicas; 2) éticas que sobreentienden las normas: moral, bondadoso, vicioso.
Las últimas 3 categorías que constituyen el tercer grupo son evaluaciones racionalísticas vinculadas con actividad práctica de hombre. Incluyen las evaluaciones 1) utilitares (útil, nocivo); 2) normativas (correcto, normal, sano); 3) teleológicas (eficaz, acertado, defectuoso).
En las estructuras evaluativas los rasgos subjetivo y objetivo actúan recíprocamente. Se distinguen la evaluación general que se basa en los rasgos que les atribuye el sujeto y los de evaluación parcial que tiene como punto de partida las características propias de objetos.
Los componentes objetivo y subjetivo de significado evaluativo representan una unidad dialéctica con correlaciones muy complicadas en límites de cada serie de unidades de la lengua.
Las relaciones entre el sentido descriptivo y evaluativo (emotivo) se manifiestan evidentemente en sistema de los adjetivos para los cuales es esencial la semántica de signo. Entre los adjetivos se puede diferenciar las palabras descriptivas que no contienen ninguna evaluación (por ejemplo, portugués, cúprico, matinal, bípedo etc), a este tipo pertenece la mayoría de adjetivos relativos y los evaluativos propiamente dichos (bueno, excelente, magnífico, estupendo, malo, feo, terrible) que designan sólo la evaluación con signo "+" ("bueno") o "-" ("malo") con diferente grado de intencificación y afectividad.
En mayoría de los casos el significado evaluativo se vincula implicativamente con el descriptivo correspondiente. En la lengua natural los dos aspectos se combinan. La combinación se realiza así en la semántica de las palabras evaluativas como en declaraciones que contienen una evaluación, y precisamente en las declaraciones se descubre una serie de rasgos de semántica evaluativa.
Los dos componentes de significado (descriptivo y evaluativo) se puede distinguirlos describiendo la semántica de declaraciones y palabras concretas.
La evaluación es inseparable de la comparación. Cualquier tipo de comparación se basa en disjunción que presupone incompatibilidad de unas situaciones, acciones, modos de actuar, acontecimientos. La relación disjuntiva, es decir, presencia de una opción dentro de una serie de alternativas, incita a uno a hacer una comparación evaluativa. La evaluación comparativa tiene forma de un razonamiento práctico (que no lleva a la constatación de la verdad sino a la toma de decisión). El razonamiento lógico es universal para toda la gente y se basa en distracción del sujeto pensador. El razonamiento práctico al revés no puede ser aislado de la estructura de la personalidad, las finalidades que se propone, de la real situación de la vida.
Los objetos de la comparación evaluativa pueden ser tanto cosas como sus cualidades, situaciones, acontecimientos y estados. Pero cuando hablan de las preferencias, no tienen en cuenta los objetos propiamente dichos sino sus propiedades y las acciones que los incorporan.
El complejo semántico “bueno – malo” pertenece a las concepciones de graduación, en la cual cada antónimo muestra la dirección de la escala que se extiende a dos infinidades opuestas divididas por el eje de simetría.
Los rasgos marcados por los antónimos representan dos lados de una medalle. La aumentación de un rasgo en la escala de lo bueno y lo malo se vuelve la disminución del otro.
La evaluación puede referirse a los acontecimientos pasados, al futuro y a las situaciones abstractas. La evaluación comparativa de lo pasado o de lo existente ya no puede tener fuerza comunicativa que actuve activamente. No obstante está vinculada con determinadas situaciones e impulsos sicológicos.
La investigación del léxico de evaluación subjetiva en obras de Cervantes, Quevedo, Gracián, Lope de Vega y Calderón de la Barca llevaron a la conclusión que existe gran número de medios de evaluación. Lo subjetivo se manifiesta a través del uso de tropos, palabras con el matiz evaluativo “bien”, “mal” y sus derivados “bueno”, “malo”, “mejor”, “peor”, palabras “más”, “menos”, adjetivos, incluyendo los usados en grado comparativo y superlativo, verbos “parecer”, “tener por”, “creer” y otros.
ÐÅÇÞÌÅ
Îñòàíí³ì ÷àñîì ë³íãâ³ñòè÷íà íàóêà âñå ÷àñò³øå çâåðòàºòüñÿ äî ïðîáëåìè îñîáèñòîñò³ â ìîâ³. Ïðàö³ ñó÷àñíèõ äîñë³äíèê³â õàðàêòåðèçóþòüñÿ àíòðîïîöåíòðè÷íèì ï³äõîäîì äî àíàë³çó õóäîæíüîãî òåêñòó: òåêñò ðîçãëÿäàºòüñÿ ÿê â³äîáðàæåííÿ ³äåéíî-åñòåòè÷íî¿ òà ö³íí³ñíî¿ êîíöåïö³¿ àâòîðà. Ïðèíöèïîâîãî çíà÷åííÿ íàáóâຠïðàãìàòè÷íèé ðàêóðñ äîñë³äæåííÿ òâîð³â. Ìîâí³ çàñîáè âèðàæåííÿ ñóá’ºêòèâíî¿ îö³íêè º íàéâàæëèâ³øèì ñïîñîáîì ðåàë³çàö³¿ îáðàçó àâòîðà. Îñîáëèâîñò³ ³íäèâ³äóàëüíîãî ñòèëþ àâòîðà äàþòü êëþ÷ äî ðîçóì³ííÿ éîãî êîíöåïòóàëüíî¿ êàðòèíè ñâ³òó.
Ó ñâî¿é ìàã³ñòåðñüê³é ðîáîò³ ìè ðîçãëÿäàºìî ïîíÿòòÿ àêñèîëî㳿 – íàóêè ïðî ö³ííîñò³, äîñë³äæóºìî êàòåãîð³þ îö³íêè, â ïåðøó ÷åðãó, îö³íêè ñóá’êòèâíî¿, àíàë³çóºìî ëåêñèêó òâîð³â ³ñïàíñüêèõ àâòîð³â äîáè Çîëîòîãî ³êó. Àêòóàëüí³ñòü äàíîãî äîñë³äæåííÿ âèçíà÷àºòüñÿ íåîáõ³äí³ñòþ ïîäàëüøîãî âèâ÷åííÿ ìîâíî¿ ñïåöèô³êè ë³òåðàòóðíèõ òâîð³â äîáè Çîëîòîãî ³êó.
Ìàã³ñòåðñüêà ðîáîòà ñêëàäàºòüñÿ ç³ âñòóïó, ï’ÿòè ðîçä³ë³â òà âèñíîâê³â. Îáñÿã ðîáîòè ñêëàäຠ92 ñòîð³íêè. Ó ñïèñêó âèêîðèñòàíî¿ ë³òåðàòóðè íàðàõîâóºòüñÿ 60 äæåðåë, ó òîìó ÷èñë³ 10 – ³ñïàíñüêîþ ìîâîþ. Ïðàêòè÷íà ÷àñòèíà ðîçðîáëåíà íà ìàòåð³àë³ òâîð³â Ì.Ñåâàíòåñà „Öèãàíî÷êà”, „гíêîíåòå ³ Êîðòàäèëüî”, „˳öåíö³àò ³äðüºðà”, „Ðåâíèâèé åêñòðåìàäóðåöü”, „Ñëàâåòíà ñóäîìèéêà”, „Ì𳿔 Êåâåäî, „Ìèñòåöòâî âèíàõ³äëèâîñò³” Ãðàñ³àíà, „Ïðàâäà, ùî â êîõàíí³...” Ëîïå äå Âåãà, „Æèòòÿ º ñîí” Êàëüäåðîíà äå ëà Áàðêà.
Ïåðøèé ðîçä³ë ìຠíà ìåò³ çðîáèòè çàãàëüíèé îãëÿä äîáè Çîëîòîãî ³êó, åïîõè, ùî ââàæàºòüñÿ àïîãåºì ðîçâèòêó ³ñïàíñüêî¿ êóëüòóðè. Öå ïåð³îä íàéá³ëüøîãî ïîë³òè÷íîãî òà åêîíîì³÷íîãî ðîçêâ³òó ²ñïàí³¿, êîëè êðà¿íà íàáóëà çàãàëüíîãî ì³æíàðîäíîãî âèçíàííÿ.  öåé ÷àñ ñòຠìîäíîþ ³ñïàíñüêà ìîâà, îñîáëèâîãî ðîçâèòêó íàáóâຠë³òåðàòóðà, ìóçèêà òà îáðàçîòâîð÷å ìèñòåöòâî. Ùî ñòîñóºòüñÿ ë³òåðàòóðè, ó äîáó Çîëîòîãî ³êó æèëè ³ òâîðèëè òàê³ âèçíà÷í³ ïèñüìåííèêè ³ ïîåòè ÿê ̳ãåëü äå Ñåðâàíòåñ Ñààâåäðà, Êåâåäî, Ãðàñ³àí, Òèðñî äå Ìîë³íà, Ëîïå äå Âåãà, Ëîïå äå Ðóåäà, Ïåäðî Êàëüäåðîí äå ëà Áàðêà òà ³íø³. ²ç íèõ íàéá³ëüøèé âíåñîê â ³ñïàíñüêó òà ñâ³òîâó ë³òåðàòóðó çðîáèëè, áåç ñóìí³âó, Ñåðâàíòåñ òà Ëîïå äå Âåãà. „Äîí ʳõîò” Ñåðâàíòåñàñòàâ îäíèì ³ç íàéá³ëüø â³äîìèõ ó ñâ³ò³ ðîìàí³â, à „ëèöàð ïå÷àëüíîãî îáðàçó” – îäíèì ³ç íàéïîïóëÿðí³øèõ ³ íàéóëþáëåí³øèõ îáðàç³â ñüîãîäåííÿ. Ëîïå äå Âåãà - öå ãåí³àëüíèé äðàìàòóðã òà ïîåò, àâòîð ÷èñëåííèõ äðàì òà êîìåä³é, ñåðåä ÿêèõ íàéá³ëüø â³äîìîþ äëÿ óêðà¿íñüêèõ ÷èòà÷³â º „Êàì’ÿíèé ã³ñòü”.
Ó äðóã³é ÷àñòèí³ ìàã³ñòåðñüêî¿ ðîáîòè äàºòüñÿ òëóìà÷åííÿ ïîíÿòü „ö³íí³ñòü” òà „àêñèîëîã³ÿ”, ðîçãëÿäàºòüñÿ âíåñîê ð³çíèõ ë³íãâ³ñò³â ó âèâ÷åííÿ ïðîáëåì àêñèîëî㳿.
Ó ñâîºìó æèòò³ ìè ñïðèéìàºìî áåçë³÷ ðå÷åé, àëå íå êîæíà ç íèõ ìຠäëÿ íàñ ÿêóñü ö³íí³ñòü. ×àñòî îá’ºêòè íàøîãî ñïðèéíÿòòÿ çàëèøàþòü íàñ àáñîëþòíî áàéäóæèìè. Ïðåäìåò ìຠàêñèîëîã³÷íó ö³íí³ñòü ëèøå çà ò³º¿ óìîâè, ùî âèêëèêຠäî ñåáå íåáàéäóæå ñòàâëåííÿ (ïîçèòèâíå ÷è íåãàòèâíå).
Ö³íí³ñòü – îá’ºêòèâíà. Ëèøå òîé ôàêò, ùî ìè ìîæåìî ñïåðå÷àòèñÿ ùîäî ö³ííîñòåé ãîâîðèòü ïðî òå, ùî ìè ãëèáîêî âïåâíåí³ ó ¿õí³é îá’ºêòèâíîñò³. Ö³ííîñò³ íåçàëåæí³ â³ä îñîáèñòîãî äîñâ³äó ëþäèíè. Âîíè â³÷í³, àáñîëþòí³ ³ íåçì³íí³. Ö³ííîñò³, ÿêèìè êîðèñòóºòüñÿ íàøå ñóñï³ëüñòâî, áóëè ïðèòàìàíí³ íàøèìè ïðàùóðàì áàãàòî ñòîë³òü òîìó ³ áóäóòü ÷èííèìè äëÿ áàãàòüîõ ïîêîë³íü ó ìàéáóòíüîìó.
Ó òðåò³é ÷àñòèí³ ðîáîòè äîñë³äæóþòüñÿ ñåìàíòè÷í³ îñîáëèâîñò³ îö³íêè. Íàéâàæëèâ³øîþ õàðàêòåðèñòèêîþ îö³íêè º ñóá’ºêòèâí³ñòü. Áóäü-ÿêå ñóäæåííÿ ïåðåäáà÷ຠíàÿâí³ñòü ñóá’ºêòà, òîáòî îñîáè, ÿêà çä³éñíþº îö³íêó, ÿâèùà, ïî䳿 ÷è ïðåäìåòà, ùî îö³íþºòüñÿ. ̳ðèëîì ö³ííîñò³ óñüîãî, ùî ³ñíóº â ïðèðîä³, º ëþäèíà â ñóêóïíîñò³ óñ³õ ïðîÿâ³â ¿¿ æèòòºä³ÿëüíîñò³. Öÿ ëþäèíà ìîæå áóòè ïðåäñòàâëåíà êîíêðåòíî-³ñòîðè÷íèì ³íäèâ³äîì, âèçíà÷åíîþ ñîö³àëüíîþ ãðóïîþ àáî ñóñï³ëüñòâîì â ö³ëîìó.
Ïðèñóòí³ñòü ñóá’ºêòà îö³íêè ïåðåäáà÷ຠäåÿê³ îñîáëèâ³ ðèñè îö³íþâàëüíîãî ñóäæåííÿ ³ â ïåðøó ÷åðãó ìîæëèâîñò³ âèíèêíåííÿ äèñêóñ³¿ ùîäî îö³íîê, ïðè ÿê³é ç³øòîâõóþòüñÿ ð³çí³ òî÷êè çîðó. Êîëè éäå ìîâà ïðî ñóá’ºêòèâíèé êîìïîíåíò, ìàºòüñÿ íà óâàç³ ïîçèòèâíå ÷è íåãàòèâíå ñòàâëåííÿ ñóá’ºêòà îö³íêè äî îá’ºêòà, òîä³ ÿê îá’ºêòèâíèé (äåñêðèïòèâíèé) êîìïîíåíò îö³íêè îð³ºíòóºòüñÿ íà âëàñí³ îçíàêè ïðåäìåòà ÷è ÿâèùà, ùî îö³íþºòüñÿ.
Îö³íþâàëüíèé õàðàêòåð ñóäæåííÿ âèðàæàºòüñÿ çà äîïîìîãîþ àêñèîëîã³÷íèõ ïðåäèêàò³â: äóìàòè, ââàæàòè, ãàäàòè, çäàâàòèñÿ.
Ñï³ââ³äíîøåííÿ ñóá’êòèâíîãî ³ îá’ºêòèâíîãî º îñíîâíîþ ïðîáëåìîþ, íàâêîëî ÿêî¿ ðîçãîðòàþòüñÿ äèñêóñ³¿ ïðî ô³ëîñîôñüêó ñóòí³ñòü ö³ííîñòåé ³ ïðî ïðèðîäó îö³íþâàëüíèõ ñóäæåíü. ²ñòîð³ÿ âèâ÷åííÿ îö³íêè õàðàêòåðèçóºòüñÿ ïîñò³éíîþ áîðîòüáîþ äâîõ òå÷³é, îäíà ç ÿêèõ ñïèðàºòüñÿ íà óÿâëåííÿ, ùî â îö³íö³ îñíîâíèì º îá’ºêò, à ³íøà ââàæຠá³ëüø âàæëèâèìè ÿêîñò³ îá’ºêòà. Ïåðøèé íàïðÿìîê çíàéøîâ ñâîº ÿñêðàâå â³äîáðàæåííÿ ó êîíöåïö³ÿõ åìîòèâ³çìó, äå îö³íþâàëüí³ çíà÷åííÿ ðîçãëÿäàþòüñÿ ëèøå ÿê âèðàæåííÿ åìîö³é ñóá’ºêòà, ÿê ñòàâëåííÿ ñóá’ºêòà äî îá’ºêòà. Ïðîòèëåæíèé íàïðÿìîê ñïèðàºòüñÿ íà ³äåþ, ùî îö³íþâàëüí³ çíà÷åííÿ ñë³ä ðîçãëÿäàòè ÿê ïðèíàëåæí³ îá’ºêòàì, ³ òàêèì ÷èíîì ÿâëÿþòü ñîáîþ íå â³äíîøåííÿ, à âëàñòèâîñò³.
²ñíóº áàãàòî êëàñèô³êàö³é òèï³â îö³íêè. Êëàñèô³êàö³ÿ, çàïðîïîíîâàíà Õ. ôîí Âð³ãòîì, áàçóºòüñÿ íà ñåìàíòèö³ ñïîëó÷åíü ç³ ñëîâîì „ãàðíèé”. ³í âèä³ëÿº òàê³ ø³ñòü „ôîðì äîáðà”: äîáðî ³íñòðóìåíòàëüíå (ãàðíèé í³æ), òåõí³÷íå (ãàðíèé âîä³é), ìåäè÷íå (ãàðíà ïàì’ÿòü), óòèë³òàðíå (ãàðíà íàãîäà), ãåäîí³ñòè÷íå (ãàðíèé çàïàõ), ëþäñüêå (ãàðíèé â÷èíîê).
Âçàºìîä³ÿ ñóá’ºêòà îö³íêè ç ¿¿ îá’ºêòîì ëåæèòü â îñíîâ³ êëàñèô³êàö³¿ Í.Ä. Àðóòþíîâî¿. Âîíà âèä³ëÿº òðè ãðóïè, ùî âêëþ÷àþòü ñ³ì ï³äãðóï. Ïåðøà ãðóïà – öå ñåíñîðí³ îö³íêè, âîíè ïîä³ëÿþòüñÿ íà ñåíñîðíî-ñìàêîâ³, ïñèõîëîã³÷í³ òà åìîö³îíàëüí³. Äðóãà ãðóïà – öå ñóáë³ìîâàí³, àáî àáñîëþòí³, îö³íêè: åñòåòè÷í³ òà åòè÷í³. Òðåòÿ ãðóïà – ðàö³îíàë³ñòè÷í³ îö³íêè, ïîâ’ÿçàí³ ç ïðàêòè÷íîþ ä³ÿëüí³ñòþ ëþäèíè, à ñàìå: óòèë³òàðí³, íîðìàòèâí³ òà òåëåîëîã³÷í³.
Ó ÷åòâåðòîìó ðîçä³ë³ ðîçãëÿäàºòüñÿ ïîð³âíÿëüíà îö³íêà ñèòóàö³é. Ùîäíÿ êîæíîìó ç íàñ äîâîäèòüñÿ ïðèéìàòè áåçë³÷ ð³øåíü. Æèòòÿ íàãàäóº ãðó: ó ëþäèíè çàâæäè º âèá³ð, ÿêèé õ³ä çðîáèòè äëÿ òîãî, ùîá ñèòóàö³ÿ îáåðíóëàñÿ äëÿ íå¿ íàéë³ïøèì ÷èíîì. Íàÿâí³ñòü ìîæëèâîñò³ âèáîðó ç ðÿäó ìîæëèâèõ âàð³àíò³â ñïîíóêຠíàñ íà òå, ùîá çðîáèòè îö³íþâàëüíå ïîð³âíÿííÿ. Ìè ðîçð³çíÿºìî ãàðíå ³ ïîãàíå, ñìà÷íå ³ íåñìà÷íå, ïðèºìíå ³ íåïðèºìíå. Ïðè ÷îìó êîæíà ëþäèíà ñïðèéìຠíàâêîëèøí³é ñâ³ò êð³çü ïðèçìó ñâî¿õ îñîáèñòèõ ö³ííîñòåé, äóìîê ³ ïî÷óòò³â. Òå, ùî ïîäîáàºòüñÿ îäíîìó, ìîæå âèçèâàòè â³äðàçó ó ³íøîãî.
 àêñèîëî㳿 ïîð³âíÿííÿ ïîâ’ÿçàíå ç òàêèìè ïîíÿòòÿìè ÿê 1) àëüòåðíàòèâà, òîáòî ïðèñóòí³ñòü ðÿäó íåñóì³ñíèõ ä³é; 2) îö³íþâàëüíå ïîð³âíÿííÿ, ùî áåðå äî óâàãè ñóá’ºêòèâíó ìîäàëüí³ñòü áàæàííÿ ³ îá’ºêòèâíó ìîäàëüí³ñòü íåîáõ³äíîñò³; 3) ïåðåâàãà – ïîòåíö³éíèé âèá³ð; 4) ñâ³äîìèé âèá³ð.
Îö³íþâàëüíå ñï³âñòàâëåííÿ – öå íå òå ñàìå, ùî ïîð³â³íÿííÿ. Ñï³âñòàâëåííÿ íå êîíñòàòóº ñõîæ³ñòü, àëå çâàæóº ³ ðîáèòü âèñíîâêè. Îá’ºêòàìè îö³íþâàëüíîãî ïîð³âíÿííÿ ìîæóòü áóòè ÿê ðå÷³, òàê ³ ¿õí³ îçíàêè, ñèòóàö³¿, ñòàíè, ïî䳿. Àëå, êîëè éäåòüñÿ ïðî ïåðåâàãè, ìàþòüñÿ íà óâàç³ íå ñàì³ ïðåäìåòè, à ¿õí³ âëàñòèâîñò³ àáî ôóíêö³¿, ùî âîíè âèêîíóþòü.
 ï’ÿò³é, çàêëþ÷í³é, ÷àñòèí³ ñâ ðîáîòè ìè ïðèâîäèìî ïðèêëàäè âæèâàííÿ ëåêñèêè ñóá’ºêòèâíî¿ îö³íêè, îïèðàþ÷èñü íà ìàòåð³àë òâîð³â ³ñïàíñüêèõ ïèñüìåííèê³â Çîëîòîãî ³êó, òà êëàñèô³êóºìî ¿õ.
Êëþ÷îâ³ ñëîâà:
Sujeto, objeto, léxico con valor evaluativo, axiologia, evaluación subjetiva, valor, subjetividad, Siglo de Oro, comparación evaluativa, confrontación evaluativa, opción, preferencia.
BIBLIOGRAFÍA:
Àíòîëîã³ÿ ñâ³òîâî¿ ë³òåðàòóðè, Ê., Ïðîñâ³òà, 92.
Àðóòþíîâà Í.Ä. Îá îáúåêòå îáùåé îöåíêè. - Âîïð. ÿç., 85, ¹3.
Àðóòþíîâà Í.Ä. Ñðàâíèòåëüíàÿ îöåíêà ñèòóàöèé. - Èçâ.ÀÍ ÑÑÑÐ. Ñåð. ëèò. è ÿç., 83, ò.42, ¹4.
Àðóòþíîâà Í.Ä. Òèïû ÿçûêîâûõ çíà÷åíèé, Ì., Íàóêà, 88
Àðóòþíîâà Í.Ä. ßçûê è ìèð ÷åëîâåêà. – Èçä. 2-å èñï. Ì., 1999
Àõìàíîâà Î.Ñ. Íåêîòîðûå âîïðîñû ñåìàíòèêè â ñîâðåìåííîì ÿçûêîçíàíèè. – Ì., 1981.
êîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûÀõìàíîâà Î.Ñ. Ñëîâàðü ëèíãâèñòè÷åñêèõ òåðìèíîâ - Ì., Ñîâåòñêàÿ ýíöèêëîïåäèÿ, 1969.
Áàëëè Ø. Îáùàÿ ëèíãâèñòèêà è âîïðîñû ôðàíöóçñêîãî ÿçûêà. – Ì., 1955.
Áîëîòíîâà Í. Ñ. Õóäîæåñòâåííûé òåêñò â êîììóíèêàòèâíîì àñïåêòå è êîìïëåêñíûé àíàëèç åäèíèö ëåêñè÷åñêîãî óðîâíÿ. – Òîìñê, 1992.
Áîíäàðåíêî Â.Í. Àíàëèòè÷åñêèå è ñèíòàêñè÷åñêèå ñïîñîáû âûðàæåíèÿ ìîäàëüíîñòè â íåìåöêîì ÿçûêå// Èíîñòðàííûå ÿçûêè â øêîëå, 1978. ¹ 4. – Ñ. 32.
Áîíäàðêî À.Â. Ê èñòîëêîâàíèþ ñåìàíòèêè ìîäàëüíîñòè // ßçûê, ëèòåðàòóðà, – ÑÏá., 2001. – Ñ. 34 - 40.
Áðàãèíà À.À.Ëåêñèêà ÿçûêà è êóëüòóðà ñòðàíû â ëèíãâîñòðàíîâåä÷åñêîì àñïåêòå - Ì., Ðóñ. ÿç., 1981.
Áóðåâè÷ Â.Â. Î ñóáúåêòèâíîì êîìïîíåíòå ÿçûêîâîé ñåìàíòèêè - Âîïð. ÿç., 98, ¹1.
Áóðÿêîâà Ì. À. Ê âîïðîñó îá ýìîöèÿõ è ñðåäñòâàõ âûðàæåíèÿ. // Âîïðîñû ÿçûêîçíàíèÿ. – 1979, ¹3. Âåðåùàãèí Å.Ì. Êîñòîìàðîâ Â.Ã.Ëèíãâîñòðàíîâåä÷åñêàÿ òåîðèÿ ñëîâà - Ì., Ðóñ. ÿç., 1980.
Âåðåùàãèí Å.Ì. Êîñòîìàðîâ Â.Ã. Ñòðàíîâåäåíèå è ïðåïîäàâàíèå ðóññêîãî ÿçûêà êàê èíîñòðàííîãî, Ì., 1971.
Âåðåùàãèí Å.Ì. Ðóññêèé ÿçûê â ñîâðåìåííîì ìèðå - Ì., 1974.
Âèíîãðàäîâ Â.Â. Î êàòåãîðèè ìîäàëüíîñòè è ìîäàëüíûõ ñëîâàõ â ðóññêîì ÿçûêå // Èçáðàííûå òðóäû: Èññëåäîâàíèÿ ïî ðóññêîé ãðàììàòèêå. – Ì., 1975. – Ñ. 55.
Âèíîêóð Ã. Î. Îá èçó÷åíèè ÿçûêà ëèòåðàòóðíîãî ïðîèçâåäåíèÿ // Èçáðàííûå ðàáîòû ïî ðóññêîìó ÿçûêó. – Ì., 1959.
Âîëüô Å.Ì. Ãðàììàòèêà è ñåìàíòèêà ìåñòîèìåíèé, Ì., Íàóêà, 74.
Âîëüô Å.Ì. Ôóíêöèîíàëüíàÿ ñåìàíòèêà îöåíêè, Ì., Íàóêà, 85.
Ãàëüïåðèí È.Ð. Èíôîðìàòèâíîñòü åäèíèö ÿçûêà, Ì., 89.
Ãàëüïåðèí È. À. Òåêñò êàê îáúåêò ëèíãâèñòè÷åñêîãî èññëåäîâàíèÿ. – Ì,, 1981 .
Ãëóøêî Ì. Ì. ßçûê àíãëèéñêîé íàó÷íîé ïðîçû: Àâòîðåôåðàò äèññ. äîê. ôèëîë. íàóê. Ì., 1980.
Èâèí À.À. Îñíîâàíèå ëîãèêè îöåíîê, Ì., 70.
Äåéê âàí Ò. À. ßçûê. Ïîçíàíèå. Êîììóíèêàöèÿ. – Ì., 1989.
Äîëãîâ È. À. Îáðàçîâàíèå ñóôôèêñàëüíûõ ýìîöèîíàëüíî-îöåíî÷íûõ íàèìåíîâàíèé ëèöà â ñîâðåìåííîì ðóññêîì ÿçûêå. – Êèåâ, 1984.
Åìåëüÿíîâà Î. Í. Àññîöèàòèâíîå ïîëå ñóùåñòâèòåëüíûõ ñ ñåìàíòèêîé ÷óâñòâà. // Ðóññêèé ÿçûê â øêîëå. – 1993, ¹6.
Êàëèòêèíà Ã. Â. Ôîðìû ñóáúåêòèâíîé îöåíêè èì¸í â àñïåêòå òåîðèè ìîòèâàöèè (íà äèàëåêòíîì ìàòåðèàëå). – Òîìñê, 1990. Êàìåíñêàÿ Î. Ë. Òåêñò è êîììóíèêàöèÿ. – Ì., 1990.
Êàëìûêîâà Å.È. Îáðàçíîñòü êàê ëèíãâîñòèëèñòè÷åñêàÿ êàòåãîðèÿ â ñîâðåìåííîé íàó÷íîé ïðîçå. Ì.: Íàóêà", 1979
Êîâåðèíà Ò. Í. Î ðåàëèçàöèè ÿçûêîâûõ çíà÷åíèé â êîíòåêñòå. // Ñåìàíòèêà ÿçûêîâûõ åäèíèö è å¸ ðîëü â èíòåðïðåòàöèè òåêñòà. – Óôà, 1994.
Êîæèíà Ì. Í. Ôóíêöèîíèðîâàíèå ÿçûêà â ðàçëè÷íûõ òèïàõ òåêñòà. – ËÃÓ, 1989.
Êîëøàíñêèé Ã.Â. Ñîîòíîøåíèå ñóáúåêòèâíûõ è îáúåêòèâíûõ ôàêòîðîâ â ÿçûêå. Ñåð. "Ëèíãâ. íàñëåäèå ÕÕ âåêà". Èçä.2, 2005.
Êîìèàíñêèé Ã. Â. Ïðîáëåìû êîììóíèêàòèâíîé ëèíãâèñòèêè. // Âîïðîñû ÿçûêîçíàíèÿ. – 1979, ¹6.
Êóáðÿêîâà Å. Ñ. Î íîìèíàòèâíîì êîìïîíåíòå ðå÷åâîé äåÿòåëüíîñòè. // Âîïðîñû ÿçûêîçíàíèÿ. – 1984, ¹4.
Êóáðÿêîâà Å. Ñ. ×åëîâå÷åñêèé ôàêòîð â ÿçûêå. ßçûê è ïîðîæäåíèå ðå÷è. – Ì., 1991.
Êóáðÿêîâà Å. Ñ. Ýâîëþöèÿ ëèíãâèñòè÷åñêèõ èäåé âî âòîðîé ïîëîâèíå XX â. // ßçûê è íàóêà â XX â. – Ì., 1995.
Ëåâàøîâ Ð. Ã. Ïîýòèêà æàíðà. – Áàðíàóë, 1996. Ëèíãâèñòè÷åñêèé ýíöèêëîïåäè÷åñêèé ñëîâàðü. – Ì., 1990.
Ëîïàòèí Â. Â. Îöåíêà êàê îáúåêò ãðàììàòèêè. // Ðóññêèé ÿçûê: Ïðîáëåìû ãðàììàòè÷åñêîé ñåìàíòèêè è îöåíî÷íûå ôàêòîðû â ÿçûêå. – Ì., 1992.
Ëîïàòèí Â. Â. Ñëîâîîáðàçîâàòåëüíûå ñðåäñòâà ñóáúåêòèâíî-îöåíî÷íîé ïðàãìàòèêè âûñêàçûâàíèÿ è òåêñòà. – Ì,, 1987.
Ìàðêîâ Â.Ì. Ôîðìû ñóáúåêòèâíîé îöåíêè â ñèñòåìå ðóññêîãî ãëàãîëà, Êàçàíü: Èçä-âî Êàçàí. óí-òà, 2006.– còð.164-165.
êîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûÌèõàéëîâà Ò.Â.Ñðåäñòâà è ñïîñîáû âûðàæåíèÿ îöåíî÷íîé ñåìàíòèêè â ÿçûêå ïîâåñòåé ñìóòíîãî âðåìåíè XVII âåêà, Ñ.-Ï., 99.
Íèêîëàåâà Ò.Ì. Íåïðÿìàÿ ñîöèàëüíàÿ îöåíêà è ÿçûêîâûå ñðåäñòâà åå âûðàæåíèÿ. Àíàëèç çíàêîâûõ ñèñòåì. Èñòîðèÿ ëîãèêè è ìåòîäîëîãèè íàóêè: Òåçèñû äîêëàäîâ IX Âñåñîþçíîãî ñîâåùàíèÿ. Êèåâ, 1986.
Íîâèêîâ Ë. Ì. Õóäîæåñòâåííûé òåêñò è åãî àíàëèç. – Ì., 1988.
Ïàäó÷åâà Å.Â. Âûñêàçûâàíèå è åãî ñîîòíåñ¸ííîñòü ñ äåéñòâèòåëüíîñòüþ (Ðåôåðåíöèàëüíûå àñïåêòû ñåìàíòèêè ìåñòîèìåíèé). Ì.: Íàóêà, 1985.
Ïëîòíèêîâà Â. À. Îá îöåíî÷íûõ àñïåêòàõ ñëîâà â êîíöåïöèè Â. Â. Âèíîãðàäîâà. // Ðóññêèé ÿçûê: Ïðîáëåìû ãðàììàòè÷åñêîé ñåìàíòèêè è îöåíî÷íûå ôàêòîðû â ÿçûêå. – Ì., 1992.
Ïîðÿäèíà À. Í. Óíèâåðñàëüíûå êàòåãîðèè êóëüòóðû â ÿçûêîâîé êàðòèíå ìèðà. // Êóëüòóðà Îòå÷åñòâà: ïðîøëîå, íàñòîÿùåå, áóäóùåå. – Òîìñê, 1995.
Ðåçàíîâà Ç. È. ×åëîâåê â öåííîñòíîé êàðòèíå ìèðà. // Êóëüòóðà îòå÷åñòâà: ïðîøëîå, íàñòîÿùåå, áóäóùåå. – Òîìñê, 1995.
Õàð÷åíêî Â. Ê. Ðàçãðàíè÷åíèå îöåíî÷íîñòè, îáðàçíîñòè, ýêñïðåññèè â ñåìàíòèêå ñëîâà. // Ðóññêèé ÿçûê â øêîëå. – 1976, ¹3.
Õèäåêåëü Ñ. Ñ., Êîøåëü Ã. Ã, Ïðèðîäà è õàðàêòåð ÿçûêîâûõ îöåíîê. // Ëåêñè÷åñêèå è ãðàììàòè÷åñêèå êîìïîíåíòû â ñåìàíòèêå ÿçûêîâîãî çíàêà. – Âîðîíåæ, 2002.
êîíåöôîðìûíêîíåöôîðìûíà÷àëîØåéäàåâà Ñ.Ã. "Êàòåãîðèÿ ñóáúåêòèâíîé îöåíêè â ðóññêîì ÿçûêå", Èæåâñê, 97.
êîíåöôîðìûíà÷àëîôîðìûAlvarez de Zayas, C. Didáctica de los valores. En: II Taller Nacional sobre Trabajo político ideológico. MES. La Habana, 1998.
Arellano y G. Vega García-Luengos, eds., Calderón: innovación y legado. Actas selectas del IX Congreso de la Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro. En colaboración con el Grupo de Investigación Siglo de Oro de la Universidad de Navarra (Pamplona, 27 al 29 de marzo de 2000), New York, Peter Lang (Serie Ibérica, vol. 36), 2001.
Cervantes Saavedra, Miguel de. Novelas ejemplares, La Habana, 74.
Fabelo, José Ramón. La formación de valores en las nuevas generaciones. La Habana: Ed Ciencias Sociales, 1996.
Fabelo, José Ramón. Práctica, Conocimiento y Valoración.—La Habana: Ed Ciencias Sociales, 1982.
Quevedo, Francisco de: Obras completas en prosa, dirección de Alfonso Rey, Madrid: Castalia, 2004.
Rodríguez, Zaira. Filosofía Ciencia y Valor. - La Habana: Ed Ciencias Sociales, 1989. —52p
Sánchez Noda. R. Valores, integralidad y enfoque humanista. En: II Taller Nacional sobre trabajo político e ideológico. La Habana, 1998.
Vega García-Luengos Germán. Problemas de un dramaturgo del Siglo de Oro. Valladolid, Universidad de Valladolid-Caja de Ahorros de Salamanca, 1986.
Wolf. El significado valorativo en los actos del discurso.- Quad. semánt., 84, a.5.
90